Sin baños, solo queda la arena

R.L.
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Con las aguas contaminadas, cada vez con más flora, y sin el aval de la Junta para un chapuzón seguro, la playa de Fuente Prior sobrevive como remanso de tranquilidad para quienes optan por tomar el sol

Una tarde de verano, a treinta grados, con un sol de agosto que aprieta, apenas una decena de personas optan por pasar las horas sobre la arena de la orilla sur del Arlanzón. Los chapuzones fluviales en Fuente Prior quedan en el olvido. Solo los más intrépidos se remojan en sus aguas. Así que de espacio lúdico, en unos años se ha transformado en un pequeño remanso de tranquilidad a escasos minutos del asfalto.

«Se está muy bien», comenta Puri, que ha empezado a venir en las últimas semanas, y que aprovecha las primeras horas vespertinas que es cuando menos gente hay y destaca que es una zona en la que «corre el aire». «Como ciudad interior es una suerte que tengamos pequeños espacios como este», defiende otra burgalesa, que aprovecha a pintar cuando se cansa de tomar el sol. Y no es la única que da rienda suelta a sus inquietudes artísticas en este entorno donde no es raro encontrar aficionados al dibujo. Tampoco hay mucha más actividad en este tramo de Fuentes Blancas. Algunos hombres sentados en los bancos que quedan a la sombra, una pareja de jóvenes que juegan a las cartas y otra mujer que se entretiene con un libro.

El agua, que desde la orilla se aprecia verdoso, quizás por el efecto de la flora que habita en el río, no invita a bañarse en él. «Si te quieres meter un poco en el río, lo veo muy sucio. No metería a mis hijos. Se podría quitar al menos parte de la maleza», considera Dori, que ha visto cómo la vegetación ha ido creciendo poco a poco. Por lo general, los adultos no pasan de introducir los pies en el Arlanzón, aunque es generalizado el desconocimiento acerca de que Fuente Prior ya no es zona de baño oficial desde 2017, cuando la Dirección General de Salud Pública le retiró esta categoría debido a la alta contaminación registrada en sus aguas en los últimos tiempos.

En lo que coinciden la mayoría de los que llevan años acudiendo a la playa, es que vivió épocas mejores, con todos esos chavales que correteaban por ella y que ahora apenas acuden. Algunos recuerdan que incluso había servicio de biblioteca.

Como vestigio del pasado queda el cartel que aún se puede ver a la entrada y que está obsoleto. En él anuncia una vigilancia de 12 a 20 horas que ya no existe. Lo más parecido es el puesto de socorro que hay a unas decenas de metros, junto a los servicios públicos o la heladería. En dicha señal también quedan prohibidos algunos comportamientos que ya no se respetan, según comentan quienes toman el sol. En especial, el acceso con perros o caballos, con las consiguientes molestias para quienes pretenden descansar. Pero las restricciones van más allá: no se puede acampar, ni introducir vehículos, ni jugar a las palas o con un balón, ni escuchar música o tocar algún instrumento. Lo que no queda claro es si al estar desfasada parte de la información eso invalida el resto de indicaciones.

Lo que sí agradecen las usuarias de este enclave es que la arena está fina y limpia, por lo general, y que suelen rastrillarla por la mañana la mayoría de días, aunque hay quien no deja de señalar que parece más bien procedente de una obra que del litoral.