Celaá: "Hay demasiados adolescentes adictos a la tecnología"

SPC
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Con el nuevo curso escolar recién iniciado, la titular de Educación repasa los grandes retos de su área como el empleo del teléfono en las aulas o la necesidad de modernizar y adaptar los contenidos curriculares

El teléfono móvil se ha convertido en un elemento más dentro de las mochilas de los estudiantes que esta misma semana volvieron al colegio en muchas comunidades autónomas. Por ello, la ministra de Educación, Isabel Celaá, adelantó ayer, entre otros aspectos, que el Gobierno estudia la posibilidad de prohibir el uso de estos dispositivos en los centros.

La vuelta al cole en Francia conlleva la prohibición del uso de móviles hasta los 15 años en los centros. ¿Se plantea el Gobierno una iniciativa similar?

Es una cuestión interesante y a estudiar porque tenemos demasiados adolescentes adictos a la tecnología. Hay que reflexionar sobre si el tiempo escolar debe estar libre de esa adicción.

Hemos encontrado opiniones fuertemente encontradas. Lo vamos a estudiar con expertos. En algunos casos el móvil ayuda -no suelen llevarlo a los exámenes, solo faltaba-, pero sí prohibirlo en los centros sirve para disminuir la adicción digital, merece la pena valorarlo.

¿Cree que es necesario homogeneizar el calendario escolar por comunidades?

Es irrelevante homogeneizar el inicio del curso en todas las comunidades. Creo en el café con distintos tipos de azúcar y, además, servido de manera diferente. Las comunidades se organizan y mantienen sus singularidades y hacen el inicio del curso cuando lo tienen pactado.

Ha comentado en el Congreso su intención de rebajar el contenido de los currículos. ¿Por qué?

El desafío de la educación en 2018 no es aumentar aquellos contenidos cuyo aprendizaje es memorístico, para ello ya tenemos Google y las redes. Queremos incorporar elementos que requieran al alumnado un proceso de aprendizaje para hacer significado, una escuela más flexible, moderna, donde el estudiante aprenda aprendiendo, a tener destrezas y desarrollarse en el mundo en el que le va a tocar vivir, distinto de aquel en el que está aprendiendo.

Hacer clases más prácticas y conectadas con la vida real, que son, en definitiva, los requerimientos que muchas veces establece Pisa.