El Papa pide una Europa renovada que se centre en el ser humano

Agencias
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Francisco exige que el continente no gire sobre la economía y llama a luchar por la dignidad de las personas, al tiempo que rechaza que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio

EL PAPA INSTA A UNA EUROPA - Foto: CHRISTIAN HARTMANN

 
 
El Papa Francisco pidió ayer una Europa «que no gire en torno a la economía», sino a la «sacralidad de la persona humana» en su visita a la sede de las instituciones comunitarias en Estrasburgo, donde abogó, además, por una renovación del continente y por más esfuerzos para garantizar la paz. 
«¿Qué dignidad podrá encontrar quien no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir? O, peor aún, el trabajo que le otorga dignidad», subrayó el religioso ante el Parlamenteo Europeo. 
La visita del argentino se da en momentos en que el Viejo Continente sufre una persistente crisis económica, flujos migratorios récord y conflictos en sus fronteras. 
Europa debe abrazar con valentía su pasado, con su «patrimonio cristiano», y mirar con confianza al futuro, aseguró. Por eso, consideró que la UE debe vivir un presente con esperanza y abandonar la idea de un territorio atemorizado y replegado en sí mismo. 
El Obispo de Roma volvió a abordar, como se esperaba, la cuestión migratoria. «No se puede tolerar que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda», incidió. 
«La ausencia de un apoyo recíproco en la Unión corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales», denunció. 
Pese a estos desafíos, envió «a todos los europeos un mensaje de esperanza y de aliento. Un anuncio de esperanza basado en la confianza de que las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad, para vencer todos los miedos que Europa -junto a todo el mundo- está atravesando». 
Aprovechó, asimismo, para conmemorar la visita de Juan Pablo II, en 1988, y condenó los peligros de los tecnicismos burocráticos de las instituciones, de los estilos de vida egoístas, de una «opulencia insostenible», indiferente respecto al mundo circunstante y sobre todo a los más pobres. «El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado», indicó, de modo que «cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo, se la descarta sin tantos reparos». 
Francisco recordó «las numerosas injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías religiosas y particularmente cristianas en diversas partes del mundo. Comunidades y personas que son objeto de crueles violencias: expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas; asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el vergonzoso y cómplice silencio de tantos». 
El Santo Padre tomó el lema de la UE, Unidad en la diversidad, como ejemplo de lo que significa Europa como familia de pueblos, al tiempo que defendió la democracia y los principios de solidaridad y subsidiariedad. «No se puede tolerar que millones de personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas», agregó en su discurso ante los parlamentarios.