En enero de 2013, Nuclenor presentó ante las administraciones el proyecto para construir un Almacén Temporal Individual (ATI), donde depositar a la intemperie los contenedores ENUN-52B, cada uno con capacidad para aislar por completo del exterior 52 elementos combustibles de uranio irradiado. Cumplía así una obligación marcada desde el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), que tras el accidente de Fukushima decidió reducir el porcentaje de ocupación al que están sometidas las piscinas de almacenamiento de combustible de las centrales nucleares. Casi tres años después, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente ha emitido un informe favorable a su estudio de impacto ambiental y concluye que la construcción del ATI «no producirá impactos adversos significativos por quedar adecuadamente protegido el medio ambiente y los recursos naturales».
Así pues, Nuclenor ya tiene vía libre para comenzar a construir esta infraestructura sobre la que el CSN ya emitió su informe favorable al impacto radiológico en enero de este año y que es obligatoria tanto si Garoña cierra definitivamente como si logra autorización para volver a producir electricidad. El CSN determinó que los residuos estarán a la intemperie un periodo inferior a diez años. Asimismo, aunque en la piscina de Garoña se guardan ahora 2.505 elementos combustibles, 400 de la descarga del reactor en diciembre de 2012, marcó que en el ATI se podrían depositar un máximo de diez contenedores ENUN- 52B a la vez. Eso significa que solo podrán estar fuera un máximo de 520 elementos combustibles antes de su traslado al Almacenamiento Temporal Centralizado que el Gobierno proyecta en Villar de Cañas (Cuenca).
El Ministerio de Medio Ambiente solo ha entrado a valorar los impactos ambientales y afirma que «la hipótesis de una fuga de efluentes o la producción de líquidos» procedentes de los contenedores «no se contempla». A pesar de ello, ha exigido numerosas medidas correctoras, que Nuclenor ha sumado a su proyecto, para evitar que el ATI se vea afectado por un acuífero ubicado bajo el terreno. Estas exigencias emanan de un estudio hidrogeológico emitido por el Instituto Geológico y Minero, entidad que en junio dio el visto bueno al proyecto ampliado de Nuclenor. Durante las obras será preciso drenar 200.000 metros cúbicos de agua con tres pozos y una vez construido el ATI el estudio estima que el acuífero se volverá a recargar de manera natural con el agua de lluvia. Un sistema de drenajes frenará la entrada de agua en el ATI.
El emplazamiento estará dentro del recinto de la central y sumará cerca de una hectárea. De ella, 7.207 metros cuadrados estarán pavimentados e impermeabilizados, pero el único espacio donde descansarán los contenedores serán dos losas de hormigón de categoría sísmica, 60 centímetros de espesor y 800 metros cuadrados cada una. Estas dos losas se asentarán sobre terreno rocoso a un metro y medio por debajo del nivel del suelo para mayor seguridad y para evitar el impacto visual de los contenedores. Además, se instalará un triple vallado de 3,5 metros de altura.
fracking. Durante el periodo de alegaciones a este proyecto, varios ayuntamientos del entorno, entre ellos, el del Valle de Tobalina, alegaron que en el ATI no cabría todo el combustible de Garoña, porque su capacidad máxima es para 32 contenedores. Pero en ningún caso se prevé esa ocupación y solo están previstos un máximo de 10. Asimismo, la pedanía de Cuezva preguntó por la afección de los sondeos de fracking y la posible sismicidad inducida por ellos. Desde el CSN contestaron que «una distancia mínima de diez kilómetros minimiza el impacto de la posible sismicidad inducida por el fracking». El pozo actualmente en proyecto más cercano a la central de Garoña está ubicado en la Merindad de Cuesta Urria y se sitúa a 22 kilómetros.