Mucha historia y buena crítica gastronómica acompaña a la marmoleada carne de wagyu burgalés que se produce en la finca Santa Rosalía, un auténtico santa sanctorum en el que se rinde culto al mítico ganado japonés, aunque para llegar a este punto han sido necesarios casi 20 años de duro trabajo y de investigación genética, que empezó en Argentina con la compra de 2 embriones y 2 sementales puros. Hace tan solo 13 años, el proyecto se trasladó a tierras mesetarias y hoy la cabaña la integran 6.000 cabezas de magníficos ejemplares, entre vacas, terneros, ganado de engorde y sementales -tienen 8- de la línea Tajima, la más apreciada de todas las que forman el universo de esta singular raza bovina nipona. Más en la edición impresa o aquí.