Fraudes al descubierto

SPC
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Accidentes de tráfico falsos, enfermedades inventadas e, incluso, amantes inexistentes forman parte de los engaños de los clientes para ser indemnizados por las compañías

 
Cuatro jóvenes viajan en coche por una carretera secundaria, cuando, de repente, al inexperto conductor se le cruza un jabalí y en la maniobra acaban chocando contra un poste eléctrico. El automóvil queda siniestro total, pero ninguno de los ocupantes sufre daños físicos.
El piloto, al tener el seguro a terceros, sabe que no cobrará una indemnización por su vehículo, pero propone a sus amigos que vayan al médico y simulen una lesión como puede ser un dolor cervical, para que la compañía les indemnice a cada uno. Así, juntando la cantidades todos de ellos, él podría comprarse un turismo nuevo. Les descubrieron. 
Evidentemente, la picaresca española está a la orden del día, al margen de que el hambre agudice o no el ingenio. Hay quienes piensan que «si puedo engañar y llevarme unos euros mejor que mejor;ya estoy harto de ver tanto ladrón de guante blanco arreando con mi dinero». Al margen de esta conversación de barra de bar, el pasado año se produjeron cerca de 306.000 reclamaciones a las aseguradoras. Las compañías estiman que un 1,22% de los partes que reciben son fraudulentos.
A la vista de estos resultados, la investigación Cooperativa de Entidades Aseguradoras (ICEA) concede anualmente unos premios por detección de engaños, que reconocen los esfuerzos realizados por los profesionales para descubrir las estafas por siniestros simulados, inducidos o directamente inventados. El ganador del máximo galardón en la categoría de automóviles el año pasado fue para un correduría que destapó una red de delincuentes especializados en simular atropellos. El primer caso desenmascarado fue un arrollamiento a dos personas ocurrido en una localidad de Sevilla. Un mes después ocurrió otro accidente similar en la misma provincia. A la aseguradora le llamó la atención que los dos clientes implicados hubieran facilitado el mismo teléfono de contacto. A raíz de ahí se investigó y se descubrió que se habían visto implicados en 30 accidentes de tráfico distintos. Alguno de los miembros de la red llegó a estar involucrado en 19 siniestros, unas veces como conductor y otras como presunto peatón atropellado. 
El segundo galardón fue para otra firma que analizó varios expedientes donde coincidía como reclamante un mismo abogado de Murcia. La aseguradora descubrió cómo el letrado captaba a lesionados para hacerlos pasar por víctimas de accidentes de circulación, a los que representaba en los pleitos.
Entre otros casos llamativos, destaca uno que es digno de película. Un hombre viajaba por la noche por una carretera convencional de Asturias. Al tomar una curva, el utilitario se salió de la vía, cayó a un terraplén y dio varias vueltas de campana. Cuando la documentación del siniestro llegó a la aseguradora, el caso resultó extraño. El coche era un amasijo de hierros. Llamó la atención que el piloto saliera prácticamente indemne. Él alegó que se desplazaba a altas horas de la noche a un pueblo cercano para ver a una supuesta amante (decía tener en paralelo una pareja estable) y que había decidido emplear la vía secundaria para evitar un peaje. 
 Para mayor sospecha, el pretensor del cinturón de seguridad estaba sin activar, la ventanilla del conductor bajada y la zona era de tan difícil acceso que hubo que esperar a la mañana siguiente para que el vehículo fuera rescatado por la grúa. 
Las pesquisas permitieron averiguar que ese mismo turismo había sufrido meses antes un siniestro grave y que había sido declarado en situación de pérdida total. El conductorlo lo había adquirido 19 días después de aquel siniestro y, según declató, había pagado por él 21.000 euros. Sin embargo, muchas cosas no cuadraban. Fue un montaje del dueño del vehículo por el que en realidad había abonado solo 1.400 euros. 
 
Atunes. El mar, fuente inagotable para poetas y escritores, tampoco se libra de truhanes. Una compañía dedicada a la cría de pescado contrató una póliza para cubrir el traslado de peces vivos en jaulas hacia unas granjas de engorde ubicadas en las costas de Alicante y Murcia. 
La empresa declaró un siniestro por pérdida de los atunes transportados. En concreto, informó de que el buque que remolcaba las jaulas sufrió una rotura del timón, quedó sin gobierno y tuvo que ser asistido por otra embarcación y remolcarlo a tierra. El valor de los atunes ascendía, según el cliente, a 1,7 millones de euros. 
La aseguradora pudo afirmar que la firma había contratado a un buzo para romper las jaulas y simular de esa forma el siniestro.
Tambien hay quienes no tienen reparos para jugar con la salud y presentar partes falsos para exigir los gastos médicos e indemnizaciones derivadas , entre otros casos, de operaciones inexistentes por hemorroides y fisura anal. A la compañía le llamó la atención que una serie de informes siempre provenían de un centro sanitario concreto de Madrid donde se realizaban las interveciones. Los partes estaban avalados por el mismo cirujano.
Al indagar en profundidad, se constató que existían varios casos idénticos en los últimos cuatro años. El perfil de la paciente era siempre el mismo: mujeres jóvenes, de posición socioeconómica parecida y aquejadas todas ellas de problemas de hemorroides con un tratamiento previo sin mejoría y con posterior intervención quirúrgica. Las pesquisas de la aseguradora demostraron que el doctor no realizaba operaciones de hemorroides, sino que su verdadera especialidad era la cirugía estética.