La invasión del piojo tecnológico

J.M. / Burgos
-

Una franquicia de Gamonal se dedica a eliminar los parásitos, que atacan también a los adolescentes debido a los selfis y el WhatsApp

No era ninguna experta en piojos pero la infestación de su hijo de 11 años le terminó mostrando el camino del negocio que debía abrir. Intentó erradicar al parásito con todo tipo de remedios (vinagre, aceite, mahonesa...) pero nada funcionaba. Entonces, ya casi a la desesperada, Marta González, la que fuera concejala del Ayuntamiento de Briviesca y una gran luchadora contra las muertes en la N-I, decidió coger el coche e irse a Madrid. Allí había nacido una franquicia que se llamaba Sin más piojitos, que prometía la solución. Y así fue. «En 90 minutos el problema se había terminado». Fue entonces, comenta bromeando, cuando se dijo a sí misma: «Burgos se lo merece».
Desde que el pasado mes de octubre abriera su propio local en la calle Vitoria 121, la dueña de este negocio ha aprendido que las infestaciones de piojos han evolucionado con el paso del tiempo. Si bien antes era casi algo exclusivo de los niños de entre 3 y 12 años, ahora los parásitos también han encontrado en las cabezas de los adolescentes un jugoso manjar. En el sector lo denominan «infestaciones tecnológicas» y vienen provocadas por las modas del WhatsApp (mensajes de móvil) y los selfis (autofotos). Es en esos momentos cuando los jóvenes se arriman y los bichitos se mudan a su nuevo hogar. Lejos de lo que se piensa, asegura, «no saltan».
Los padres de los pequeños son también potenciales víctimas. Marta asegura que «una de cada tres madres que ha tenido un hijo con piojos termina infestada».
El método que utilizan es sencillo. Primero pasan un aspirador especial por la cabeza del paciente y ahí consiguen eliminar al 90% de los parásitos. La siguiente tarea consiste en «dividir la cabeza en seis secciones» que se examinan con lupas y luego se culmina el trabajo con un repaso «mechón a mechón». La garantía final llega en una segunda visita que se hace una semana más tarde y que sirve para comprobar si quedaba alguna liendre (invisible cuando es un huevo al ojo humano) que se ha convertido ya en un señor piojo.
En el tiempo que Sin más piojitos lleva abierto en Burgos, Marta se ha encontrado con unas cuantas anécdotas. Ha podido encontrarse con un niño que llevaba cinco años con los parásitos y al que no le funcionaba ningún método e incluso ha conocido a una chica que presumía en el colegio. «Les decía a sus amigas que yo se los cuidaba y les daba de comer», bromea. En realidad, lo que hace Marta con los piojos es guardarlos en una bolsa que se cierra herméticamente y a los dos días, faltos de alimentos, se mueren.
De lo mejor en este tiempo se queda con que «la gente sale muy agradecida». Reconoce que las personas no está muy acostumbradas a pagar» por un servicio así, pero lo defiende como un método eficaz que no usa productos químicos ni insecticidas.