Sinfonía de tañidos

R.L.
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El concierto de campanas el VIII Centenario de la Catderal congregó a miles de burgaleses en torno al templo y por las calles de la ciudad. La orquesta, apostada en 14 atalayas, interpretó la obra 'Flamígera Symphonia', de Llorenç Barber

La intención del compositor Llorenç Barber era que los burgaleses disfrutaran del concierto de campanas moviéndose por las calles, pero estos prefirieron contemplar la labor de los campaneros. Los hubo que captaron enseguida la atención, como los bomberos que ponían la música en el ayuntamiento o los que tuvieron el honor de trabajar en las torres de la Catedral. A ella iba dedicada esta iniciativa, a festejar el 797º aniversario del inicio de su construcción. Y en torno a ella se plantaron miles de espectadores, atentos al sonido que emanaba de sus piedras.
Desde luego, las 70 campanas de 14 campanarios repartidos por el centro de la ciudad no repicaron como acostumbran. Ayer no hubo motor que marcara la intensidad y el ritmo con su «inhumanidad» intrínseca. Contra eso luchó el creador de la partitura, Flamígera Symphonia, con la idea de sonar «como una orquesta». Y, como tal, cada iglesia dejó su impronta en el cielo burgalés cuando le llegaba su turno. De ahí que las sorpresas aparecieran al pasear al son que acompañó el crepúsculo del jueves.
Hubo calles de silencio y confluencias donde los instrumentos retumbaron y mostraron su potencia. Tras ellos estuvieron 90 voluntarios entre los que hubo jubilados, algunos con experiencia en las iglesias de sus pueblos, y músicos. Se trataba de interpretar «la metáfora de una Catedral que quiere ser llama», que quiso encenderse gracias a la música compuesta ex profeso para este concierto.

 

 

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