El Tríptico de Miraflores vuelve de visita

H. Jiménez / Burgos
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La exposición temporal que el Museo del Prado dedica a Van der Weyden incluye una de las joyas de la Cartuja expoliada por las tropas napoleónicas y que regresa a España 200 años después

Será de forma temporal, y no en su lugar original sino en el Museo del Prado, pero al menos el Tríptico de Miraflores regresa a España por primera vez desde que hace más de 200 años se lo llevara un general francés. Una exposición dedicada al pintor flamenco Rogier Van der Weyden (1400-1464) que se exhibe en la pinacoteca madrileña hasta el 28 de junio permite contemplar esta obra maestra sacada de la Cartuja burgalesa durante la invasión napoleónica.

En 1810 Jean D’Armagnac, entonces gobernador de Burgos, quedó prendado de los tesoros artísticos del cenobio y decidió comprar la Cartuja. Las normas impuestas por los franceses para el ‘vaciado’ de monasterios y conventos establecían que este tipo de transacciones no incluían los bienes muebles, pero D’Armagnac impuso su autoridad y no se conformó con ser el titular de las piedras. Quería las obras de arte, de tanto o más valor que el propio edificio.

Así fue como cayó en sus manos el retablo originalmente titulado ‘Vida de la Virgen’, un tríptico que el rey Juan II encargó a quien era uno de los pintores más famosos de Europa en las postrimerías de la Edad Media. La fama de Van der Weyden había traspasado las fronteras de Flandes y sus pinceles fueron elegidos por el monarca de Castilla para elaborar un altar portátil que empleaba en sus desplazamientos.

Pronto se cansó Juan II de aquella pintura y decidió donársela a Miraflores para que presidiera la sacristía del monasterio burgalés. Allí, conservando sus tres partes en las que figura la Virgen con el Niño, la Piedad y una escena con Cristo resucitado, estuvo desde el año 1445 hasta que llegaron los franceses y el mal recordado D’Armagnac.

El general no tenía muchos escrúpulos, pero supo valorar la pieza y poco después sacaría por ella una jugosa cantidad de dinero subastándola en la casa británica Christie’s en el año 1836. Pasó luego por las manos de la monarquía holandesa y finalmente acabó en el museo Staatliche de Berlín (Gemäldegalerie), donde hoy en día todavía se conserva.

La institución alemana ha sido la que ha cedido la pieza al Prado para esta muestra en la que se rendirá tributo a Rogier Van der Weyden hasta finales del mes de junio.  El Tríptico de Miraflores es uno de sus grandes atractivos, pero no la gran estrella. Ese privilegio lo ostenta esta vez ‘El Calvario’, una enorme tabla que ya era propiedad del museo madrileño (aunque estaba en el Monasterio de El Escorial) y que ha sido restaurada para la ocasión.

Tres ejemplos de maestría

Buena parte de la obra de Van der Weyden se ha ido perdiendo con el paso de los siglos víctima de incendios, guerras o ‘extravíos’ más o menos intencionados, y de hecho los expertos solo se atreven a afirmar con rotundidad su autoría respecto a las citadas ‘El Calvario’ y el ‘Tríptico’, además de ‘El Descendimiento’, que también estará en El Prado.

Será la primera vez en la historia que ambas compartan un espacio expositivo, pues ni siquiera estuvieron juntas en vida del artista flamenco.

El tríptico, que a partir de su expolio empezó a ser conocido con el apellido de ‘Miraflores’ fue tan apreciado por la reina Isabel la Católica, hija de Juan II, que encargó una copia a Juan de Flandes para llevársela a la Capilla Real de Granada.

Allí se conservan dos de las tablas, las de la Natividad y el Descendimiento, pero la tercera acabó en el Metropolitan de Nueva York, donde por cierto también está una talla de Santiago Apóstol procedente de la Cartuja.

Los avatares de la historia desperdigaron sus tesoros artísticos por el mundo. Por suerte, superados los expolios de antaño, ahora un acuerdo entre museos permite devolver a España, a apenas dos horas de su emplazamiento original, una de sus joyas ‘emigradas’ por obligación.