Umberto Eco: «Mi máxima preocupación es tener tiempo para ser yo mismo»

I.L.H. / Burgos
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El profesor, desde hoy doctor Honoris Causa de la Universidad de Burgos, recorre la Catedral y se asoma a los facsímiles de su archivo como parte de su 'peregrinaje' por la historia de la ciudad

Matías Vicario mostró a Eco los documentos más valiosos, que pudo tocar con sus propias manos. - Foto: Valdivielso

Espera a los medios de comunicación sentado en la mesa presidencial del Aula Magna, en el mismo escenario en el que hoy será envestido doctor Honoris Causa por la Universidad de Burgos. Su aparente seriedad de intelectual, cortejada por su traje oscuro y el pequeño puro que mantiene secamente en los labios, desaparece en cuanto incorpora a sus respuestas pequeñas anécdotas que acompaña -como buen italiano- de grandes movimientos de brazos y rostro. El bastón en el que se apoya es la única pista que descubre la edad que tiene; desmienten sus 81 años cumplidos la agilidad mental, ironía, vitalidad e incluso prudencia de su discurso.

Sí, porque como perro viejo no quiere que los problemas de traducción malinterpreten sus palabras y prohíbe -tal cual- que se le hagan preguntas sobre política. La otra condición que pone antes de enfrentarse a los periodistas es que se le hable despacio, porque así es capaz de entender el castellano sin necesidad de un traductor.

Su nombre, que desde hoy forma parte del claustro de la UBU, deja de imponer cuando da paso a la persona, al intelectual inquieto por todo lo que ocurre a su alrededor, y preocupado -dice- desde que es abuelo. O cuando llegan las 8 -bromea- y no tiene un whisky a mano. «En realidad me preocupo de todo, pero me olvido inmediatamente», añade en tono jocoso mientras reconoce que lo que de verdad le quita el sueño es no tener tiempo para ser él mismo.

Méndez Pozo le regaló un ejemplar del libro de la Catedral editado por DB.Méndez Pozo le regaló un ejemplar del libro de la Catedral editado por DB. - Foto: Valdivielso «Estamos ante un humanista total», asegura a su lado el rector de la Universidad de Burgos, Alfonso Murillo. «Su presencia sirve para relanzar, afianzar y demostrar que en las humanidades, a veces cuestionadas, también está el progreso». En el encuentro de apenas media hora con la prensa deja unas cuantas sentencias filosóficas y da las razones, más mundanas, de la emoción y estímulo que le produce el reconocimiento de la UBU.

«Hay dos motivos principales por los que agradezco estar aquí. Por un lado mi tesis la hice sobre la estética medieval y siempre me ha interesado visitar las iglesias románicas y góticas. En mis viajes por Europa fui descubriendo documentos mozárabes del Apocalipsis realizados en Castilla a los que dediqué mucho tiempo de estudio. Por eso todo este universo de facsímiles y el Burgos medieval me era muy familiar».

El segundo motivo de su desplazamiento desde Milán lo da su novela más famosa. «Cuando escribí El nombre de la rosa quería describir una biblioteca con un bibliotecario ciego, inspirándome en Jorge Luis Borges. Le llamé Jorge de Burgos, pero cuando le puse este nombre no me imaginaba que iba a ser el malo de la historia porque los personajes tienen vida propia, y el autor pocas veces puede elegir lo que les va a pasar».

La novela y los facsímiles le vinculan a Burgos y a Silos de un modo casi espiritual. «Lo mío es un peregrinaje. Hay quien peregrina a Santiago; yo en cambio lo hago a Burgos porque me estimula su historia», reconoce.

En la Catedral

El monasterio de Silos, de donde procede su personaje Jorge de Burgos, será su última parada antes de regresar a Italia. Ansía conocer sus legajos y el scriptorium de los monjes para sentir que son parte de él, que están en su ADN. Pero mientras llega el viernes, ayer tuvo acceso a otro lugar privilegiado en el que se conservan los papeles más antiguos de la Catedral.

Como un niño dentro de una juguetería, Umberto Eco curioseó entre los legajos del archivo catedralicio sin importarle pasar los pergaminos con la mano, aunque no se le vio llevarse los dedos a la boca. Con el archivero Matías Vicario mantuvo una larga conversación sobre las letras medievales, las diferencias entre documentos españoles e italianos de la época y algunos papeles concretos.

Dentro del templo mostró interés por el cimborrio, la Escalera Dorada o el cuadro de la Magdalena que se le atribuye a un discípulo de Leonardo da Vinci, compatriota de Eco. Al final del recorrido, que duró algo más de una hora, el profesor y su mujer recibieron de manos del editor de Promecal, Antonio Méndez Pozo, un ejemplar del libro de la Catedral editado por Diario de Burgos.

La visita guiada al templo gótico se inició nada más concluir la charla con los medios en la que el profesor destacó el valor de la cultura y las ciencias sociales en la sociedad del siglo XXI. «La cultura siempre está en crisis. En un gran congreso que organizaron en Francia  para hablar de la crisis de nuestro tiempo con intelectuales, artistas y actores como Milan Kundera, Graham Greene o Sofía Loren, dije durante mi intervención que el estado intelectual no debe salvar la cultura, sino producirla. No hay cultura sin crisis, es una interrogación continua y una crítica de la existencia. Filosóficamente hablando cultura de crisis es una expresión privada de sentido», afirmó tajante.

Papel de las humanidades

El profesor considera que el futuro es de los filósofos y confía en las humanidades como modelo de progreso y herramienta para salir de la crisis, aunque haya quien reniegue de ellas: «En una época tecnológica la única razón llega de las ciencias sociales. El grandísimo industrial Adriano Olivetti, el de las computadoras, prefería contratar un licenciado en filología griega que un ingeniero. Porque pensaba que tendría una visión más amplia de cualquier problema. Pensaba que una competencia humanística era necesaria en la industria».

Aliado de las anécdotas y los ejemplos concretos aludió también a una experiencia personal para confirmar la libertad de pensamiento que, asegura, ha conseguido mantener a lo largo de su trayectoria. «Mi padre se lamentaba siempre de su patrón. Yo no había tenido jefes hasta que trabajé en una editorial que me daba toda la libertad del mundo. Pero el dueño la vendió y el nuevo propietario no se entendía conmigo. Me decía que se pasaba la vida vengándose de su padre y yo le dije que no, que yo me pasaba la vida vengando a mi padre y que por eso siempre me sentía libre para mandar a tomar por culo a mi jefe. Él me dijo que si esto era una amenaza y yo le dije que no, que solo lo hacía por diversión».

Ese pensamiento libre es el que ha querido reconocer, más allá de su magnífica trayectoria académica, la Universidad de Burgos, que incorpora a su claustro al profesor italiano. El acto será a las 12 del mediodía en el Aula Magna. Por la tarde, a las 7, Eco mantendrá un encuentro con los burgaleses en el Teatro Principal en el que se le podrá hacer preguntas por escrito.