El retablo de Santa María

Máximo López Vilaboa / Aranda
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Esta pieza artística renacentista, que vino a sustituir a la que se calcinó en el incendio de 1601, regresará en breve a su lugar original

El retablo lucía así en su ubicación original en la década de los años 20 del siglo pasado. - Foto: Archivo Máximo López

El pasado 8 de abril finalizaba el plazo para presentar ofertas dentro del procedimiento de contratación para la restauración y reubicación en el presbiterio del retablo mayor de la iglesia de Santa María de Aranda de Duero. Este retablo se sitúa actualmente en el paño lateral Sur del templo, junto al cancel de la entrada principal. El retablo se trasladó en 1962 de su primitiva ubicación como consecuencia de las reformas litúrgicas de la época, del deseo de dotar de mayor luminosidad al templo y de la voluntad de destacar todos los elementos góticos que habían sido ocultados durante el Barroco.

Este retablo sustituyó a otro que fue destruido en un terrible incendio sucedido en 1601 que se inició por el tejado. El incendio acabó con un retablo que ya era del Renacimiento y que constaba de pinturas en tabla y grupos escultóricos, labrándose para el mismo en 1544 un artístico tabernáculo por el entallador palentino Maese Valmaseda, por el que percibió 37.500 maravedíes. Francisco de Salamanca, vecino de Aranda, recibió 34.386 maravedíes por la obra del dorado y pintura de este tabernáculo así como retoque del altar.

Según se cuenta, nada más producirse el incendio, el vecindario de Aranda empezó a recaudar fondos para un nuevo retablo y convencer a las familias más adineradas de la localidad para que hicieran grandes donaciones. Destacaron las donaciones del mayordomo de la parroquia y el corregidor de la villa, Juan Cabrera de Córdoba. A las sumas reunidas se añadieron 1.000 ducados que dejó en su testamento Fray Pedro de Rojas, obispo de Osma, tras haber tenido noticia del incendio de Santa María. Una vez realizadas las obras más urgentes por los desperfectos del incendio, en 1604 se iniciaron los trámites para construir el nuevo retablo, siendo párroco de Santa María el licenciado Pedro de Caparroso. Las obras del retablo no comenzaron hasta 1609, figurando entre sus autores el cantero Francisco de Naveda, que percibió 500 reales, y los entalladores y escultores, Pedro de Cicarte y Gabriel de Pinero, que cobraron 1.470 reales. También participaron los pintores y decoradores Juan Sánchez, Clemente Sánchez y Pedro Morales, que pintaron y estofaron las estatuas del retablo entre 1615 y 1618, además del mencionado Clemente Sánchez, al que se sumó el vecino de Roa, Bernabé de la Serna. Estos dos últimos se encargaron de la decoración en general y las pinturas de los casetones laterales, acabando su tarea en 1622. Por disposición del obispo de Osma, Bernardo Antonio Calderón, en 1778 fue adelantada la mesa del altar para que pudiera pasarse detrás de ella. Probablemente la magnitud e interés artístico de la fachada de Santa María haya eclipsado alguno de los testimonios artísticos del interior de este templo. No obstante Antonio Ponz en su obra de 17 volúmenes «Viaje de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse, que hay en ella» recoge una breve descripción del retablo. En el tomo duodécimo, publicado en 1783, dice que en Santa María «hay un retablo mayor de buena arquitectura, y consiste en cuatro cuerpos con su ático, adornados de columnas, y entre ellas seis pinturas pertenecientes a Nuestra Señora, y seis estatuas. En el espacio del medio un bello tabernáculo, más arriba la Asunción, luego la Coronación de la Virgen, y en lo alto el Crucifijo, San Juan, la Virgen y otras dos figuras».

La viajera inglesa Louisa Mary Anne Tenison publica en Londres en 1846 un libro de viajes sobre sus peripecias por Andalucía y Castilla. A su paso por Aranda realiza una visita a Santa María. Del interior únicamente dirá «the interior is plain, but it has a fine retablo» (el interior es sencillo pero tiene un bello retablo).

Los autores de este retablo hicieron un esfuerzo por acomodarlo a la disposición poligonal del ábside (algo que ahora no se aprecia en su nueva ubicación). El retablo adoptaba la forma de gran tríptico debido a las dos alas laterales en ángulo con el fondo, dividiéndole tres frisos en otros tantos pisos sin contar la Coronación. El retablo tiene como protagonista a la Virgen María. Coronando todo el conjunto estaba un Cristo crucificado acompañado por la Virgen y por San Juan Evangelista. Este crucifijo y la imagen de la Asunción de la Virgen son las dos únicas esculturas que se ubicaron en el altar mayor tras la reforma de 1962. Bajo la escena del Calvario se sitúa la Coronación de María por la Santísima Trinidad. Las figuras de Dios Padre coronado con una tiara y de Jesucristo se conservan actualmente en la capilla de la pila bautismal. Como esculturas aparecen San Pedro, San Pablo, Santiago, San Juan Bautista y San Andrés. También aparece un santo obispo cuya identidad es dudosa. Pudiera ser San Nicolás de Bari ya que con el título de Cabildo existía ya en esta época una corporación integrada en gran parte por clérigos bajo la advocación de este santo. En el retablo original había seis grandes pinturas que representaban escenas de la vida de la Virgen: su Dormición entre los apóstoles, la Virgen y San José encuentran al niño en el Templo predicando entre los Doctores, el nacimiento de la Virgen María, la Presentación del niño Jesús en el Templo, la Anunciación y la Inmaculada Concepción. En la ubicación actual se añadieron otras dos pinturas en los huecos dejados por la Asunción y la Coronación, que son una Dolorosa y una Virgen con el niño Jesús. Asimismo en el hueco dejado por el Tabernáculo se ha puesto una imagen de San Pedro sentado en la Cátedra. Así se da la paradoja de que el primero de los apóstoles aparece ahora representado dos veces en el retablo, estando sus imágenes una junto a la otra. En lo alto del retablo había dos escudos, sostenidos por ángeles, tal como se puede observar en la fotografía. Los ángeles fueron recolocados rematando el retablo, no así lo escudos, que están en paradero desconocido. También remataban el retablo cuatro figuras de apóstoles, actualmente dispersos por la iglesia, aunque principalmente están en la conocida como nave Norte, conocida como de la capillas. En la predela se encuentran seis pinturas de menor tamaño, algunas muy deterioradas, en las que se representan también distintas escenas de la Virgen María. De izquierda a derecha podemos ver: la presentación de María de niña en el templo, la Visitación a su prima Santa Isabel, el Nacimiento de Cristo en Belén, la Circuncisión del Señor, la Adoración de los Reyes y la Huida a Egipto.