Retrato en celuloide

I.M.L. / Aranda
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Este mes de abril se cumplen 50 años desde que el equipo de rodaje de la película Nunca pasa nada, capitaneado por Juan Antonio Bardem, ocupase las calles arandinas para plasmar un ácido retrato de la sociedad de provincias

Cartel original de la película, que no se estrenó en España hasta dos años después de haberse rodado. - Foto: db

Medina del Zarzal es el alter ego cinematográfico de Aranda de Duero, como las llanuras del oeste americano lo son al desierto de Almería. Así bautizó Juan Antonio Bardem la localidad en la que se desarrolla una de sus mejores obras cinematográficas y a lo largo de todo su metraje se puede pasear por lo que era la capital de la Ribera a principios de los años 60 del siglo pasado. Este mes se cumplen los 50 años de la estancia del equipo de rodaje de la película Nunca pasa nada y su visionado aún permite al espectador reconocer la fisionomía de las calles y edificios arandinos e, incluso, parte de su personalidad e idiosincrasia.

A excepción de los planos que acompañan a los títulos de crédito, una secuencia que refleja una jornada de caza y otra de un paseo vespertino por unas ruinas que se localizaron en el entorno de la localidad vallisoletana de Peñafiel y en su castillo, el resto del metraje discurre por calles, plazas y edificios arandinos. El puente viejo, el arco del Ayuntamiento, la Plaza Mayor, la calle Isilla, los Jardines de don Diego, la plaza de la Virgencilla, la avenida El Ferial, todos aparecen en distintos planos de la cinta, intercalados con escenarios interiores como la casa Valentín Romeral, el bar Moderno, la librería Cesáreo Esteban, el edificio sede de los sindicatos, y otros exteriores como el mercadillo de la plaza, la portada de la iglesia de Santa María, el patio del Colegio Castilla, donde también se rodó en el interior, o del Colegio Vera Cruz, cuando acogía el mercado de ganado.

Este es un exhaustivo listado de lo que se puede ver en la película y que el lector puede jugar a identificar cuando esté viendo este trabajo cinematográfico que es, en esencia, una radiografía de la sociedad de provincias en aquellos tiempos tibios entre la Guerra Civil y la transición democrática. Fue una coproducción hispano gala que narra el revuelo que se forma en una pequeña ciudad de provincia cuando se queda a pasar unos días una vedette francesa. Con esta excusa, Bardem aprovechó para plasmar en la historia las relaciones personales entre los personajes y la sociedad puritana y cerrada de la época.

Bardem y Julia Gutiérrez Caba (segunda fila, primero y tercera por la izquierda) en el 25 aniversario de Cine Club Duero.Bardem y Julia Gutiérrez Caba (segunda fila, primero y tercera por la izquierda) en el 25 aniversario de Cine Club Duero. - Foto: F.L. En el contexto de la filmografía de Juan Antonio Bardem, Nunca pasa nada es uno de sus trabajos notables. Sin embargo, la circunstancia de ser posterior a Calle Mayor, rodada y estrenada unos años antes y que obtuvo gran proyección nacional e internacional y premios como el León de Oro del Festival de Venecia, hizo que no se la tuviera en cuenta como la gran obra que ha demostrado ser con los años. «Todas las reseñas y lo que he leído sobre la película la ponen si no como la mejor, como una de las mejores de Bardem, y todos los críticos dicen que la lástima de esta película es que nació a la sombra de Calle Mayor, por eso la crítica italiana de la época la bautizó como ‘Calle Menor’, pero tiene más mérito porque es un guión original, porque la otra es una adaptación de La Señorita de Trévelez, y tocaba otros temas que ahí pasaba más de puntillas», comenta Javier Cobo, presidente de Cine Club Duero.

En cuanto a la calidad de esta película, su fondo va mucho más allá de contar con una dirección, guión, fotografía y banda sonora excepcionales, ya que plasma a la perfección la vida en Aranda en aquellos días. «Está muy bien retratada lo que era una pequeña ciudad media de la Castilla profunda, con todos los tópicos: el médico, el casino, las beatas, las cotillas y el que llegase una chica con una vitalidad terrible hace que revolucione toda la sociedad. Hay algunas escenas que lo muestran claramente, como cuando la corista está en el mercado de la plaza y todo el mundo está arremolinado a su alrededor», explica Cobo.

De hecho, el propio Bardem reconocía que Aranda era la localidad idónea para localizar esta historia de amores y desamores, encuentros fortuitos que sacuden los cimientos de toda una vida. «Para rodar esta historia estuve recorriendo diversos sitios hasta que me encontré con Aranda de Duero que era exactamente lo que yo había descrito. Sucede que había incluso casas, tipos, bares que coincidían justamente con el guión. Eso no es una casualidad sino que, como lo que estaba escrito se basaba en una realidad y me encuentro con el lugar en el que se daban esas circunstancias, que era natural porque lo que figuraba en el guión tenía una verdad», aseguró el director en su día.

Rodada sí, vista no

El estreno de la película fue el 8 de febrero de 1965 en el Cine Españoleto de la Gran Vía madrileña. Sin embargo, en las salas arandinas no se estrenó la obra, los que la vieron en su día tuvieron que desplazarse a ciudades más grandes. Pasado el tiempo, los pases en televisión permitieron que los arandinos fuesen viendo este retrato de su ciudad cuando era un pueblo grande y las copias, de mala calidad, se fueron haciendo habituales en las casas. La primera reseña de la que se tiene constancia de su proyección en pantalla grande fue cuando se celebró el 25 aniversario de Cine Club Duero, al que acudieron como invitados especiales J.A. Bardem y Julia Gutiérrez Caba, acompañados por miembros del equipo de producción. El Teatro Cine Aranda, donde se proyectó, registró un lleno en su patio de butacas. «Trajeron ellos mismo las cinta de la Filmoteca Nacional, la trajeron en su coche y se la llevaron después de proyectarla», recuerda Javier Cobo. En 2003, dentro del programa de celebración del 75 aniversario del Instituto Sandoval y Rojas, también se proyectó en pantalla grande, esta vez en la Casa de Cultura arandina, y los asistentes pudieron escuchar después un análisis de la misma de boca del director artístico, ganador de cinco premios Goya, Félix Murcia, arandino que fue alumno de este centro pero que no participó en la película.

A pesar del paso de los años, medio siglo nada menos, el visionado de esta cinta es toda una lección de sociología y urbanismo imprescindible para cualquiera que sea, viva o conozca Aranda. «Es una película para verla con más de 20 años, y es interesante por ver la transformación de la ciudad, ya sólo con eso merece la pena, además de por ser una buena obra cinematográfica y por conocer lo que era la población rural de la época», aconseja Cobo.