El milagrodel ángel

N.L.V. / Aranda
-

El tiempo respeta el acto más emblemático de la Semana Santa arandina y permite a Laura Brogeras cumplir con su función

Laura, la niña-ángel perdió la diadema en los primeros momentos del acto. - Foto: Nieves López/Edición Ribera

 
Contaban aquellos que atesoran más recuerdos que el tiempo siempre ha sido benévolo y las condiciones meteorológicas adversas han respetado la Bajada del Ángel. Algunos se atrevían incluso a concretar más y evocaban aquella mañana, no tan lejana, en que nevaba copiosamente en la capital ribereña y el fenómeno se detuvo justo unos minutos antes de que el globo azul y blanco hiciera acto de presencia en la plaza de Santa María, para volver a caer copos una vez finalizó el ritual de retirada del velo de luto a la Virgen. Sea superstición, leyenda o simple casualidad, la verdad es que un año más la Bajada del Ángel, el acto más emblemático de la Semana Santa arandina y que cada año organiza la Cofradía de Nuestra Señora de la Misericordia, pudo celebrarse con toda normalidad a pesar de que los augurios meteorológicos no podían ser más desfavorables.
Después de que buena parte de la tarde del sábado estuviera lloviendo, lo que obligó incluso a suspender la procesión del Santo Cristo de la Salud y Nuestra Señora  Virgen de la Soledad, y por la noche el tiempo no mejorara, hizo que los miles de arandinos que se congregaron frente a la fachada de Santa María desde primera hora del domingo solo tuvieran un tema de conversación; «¡a ver si no llueve!» y «¡qué mala suerte, con la Semana Santa tan buena que hemos tenido!».
Sin que aún hubiera hecho acto de presencia la niña-ángel, papel que este año recayó en Laura Brogeras Cabestrero, todas las miradas se dirigían al cielo y a los grises nubarrones que amenazaban con descargar. Apenas diez minutos antes de la hora oficial de inicio del acto, numerosos paraguas empezaron a abrirse ante una persistente lluvia que se empeñaba en calar a la concurrencia. Frente a la espléndida fachada retablo del principal templo arandino, los responsables de mover el juego de poleas que sitúa al ángel sobre la Virgen y consigue bajarle para retirar el velo de luto y alzarle en señal de alborozo, advertían de que con lluvia tendría que suspenderse ya que, «esta misma mañana hemos tenido que volver a tensar las cuerdas porque el agua las había destensado por la noche».
Sin embargo, de repente, y como si se tratara de cumplir un protocolo no escrito, todo se paró y el cielo se sumó a la fiesta, declarada de Interés Turístico Regional, permitiendo que todo discurriera conforme al guión previsto.
Fue la imagen del Resucitado, que ya había salido en procesión media hora antes, la primera en tomar posiciones en el céntrico espacio arandino. Apenas unos instantes después, hizo acto de presencia, portada en andas, la imagen de Nuestra Señora de la Misericordia, oculta por el paño negro que simboliza el luto por la muerte de su hijo, la que apareció en la plaza. Tras cumplir con las tres reverencias preceptivas, también ocupó su lugar.
Ya estaba todo preparado, y la expectación se hizo murmullo de aprobación cuando la portezuela de la caja azul, que simboliza el cielo, se abrió y dejó a la vista el globo azul y blanco en el que la pequeña Laura se dirigía a cumplir con su cometido.
 
UN POCO MÁS DE ESPERA. Por si la emoción no había sido suficiente, el sistema de apertura  de la cápsula bicolor se hizo el remolón y hubo que esperar unos instantes más de lo habitual a que  una lluvia de confeti y el vuelo de dos palomas precediera la aparición del enviado divino. Cumpliendo a la perfección con un papel que conocía al dedillo. Pataleando como símbolo de alegría, comenzó a descender sobre la figura de la Virgen, sin importarle que en los primeros instantes de su vuelo, la coronita blanca que debía portar en una de sus manos, se cayó al suelo.
Laura siguió con lo establecido, moviendo brazos y piernas sin parar hasta que alcanzó el paño negro. Un gesto seguro, y al ser izada de nuevo, le arrancó el velo, permitiendo que viera la imagen de su hijo resucitado, que esperaba frente a ella.
En ese momento, toda la plaza era ya un alborozo. La Banda Municipal de Música Villa de Aranda comenzó a interpretar los acordes del himno nacional mientras la gente aplaudía y jaleaba los festivos vuelos que realizaba Laura mientras agitaba el manto que le había arrebatado a la Virgen.
Apenas unos minutos tras los que la niña-ángel fue depositada en el suelo, aunque con ello no se dio por finalizada su labor. Ya calzada, ocupó su lugar bajo las andas en las que se porta a Nuestra Señora y, portando en una bandeja el manto de luto, acompañar a la imagen hasta la iglesia donde se celebró la solemne misa de Pascua. La comitiva continuaba con Jesús Resucitado, una exigua representación Consistorial, apenas un tercio de los munícipes, y la Banda de Música, que puso la banda sonora a todo el recorrido.
Este año, además, y ante la imposibilidad de poder disponer de la iglesia de Santa María para celebrar los oficios religiosos, ya que en ella se está montando Las Edades del Hombre que se inaugurará el 6 de mayo, la alternativa fue trasladarlos a la iglesia Corazón de María. Esto hizo que, por primera vez, la procesión se alargara considerablemente ya que desde la Plaza Mayor no giró para volver a la primera, sino que salió a la calle Postas y, tras recorrer ésta y el primer tramo de Miranda do Douro, llegó al templo claretiano.