En el corazón de 'La Telefónica'

H. Jiménez / Burgos
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El emblemático edificio custodia bajo fuertes medidas de seguridad equipos en los que se mezclan viejas tecnologías analógicas con el próximo despliegue de la nueva fibra óptica hasta el hogar por todo el territorio de Castilla y León

Una enorme habitación custodia los restos muy vivos de las ‘viejas’ comunicaciones. Hasta aquí llegan los hilos de cobre de miles de teléfonos fijos de la ciudad. - Foto: Luis López Araico

 
Señala la frontera imaginaria entre Gamonal y el resto de la ciudad y los burgaleses lo conocen como «La Telefónica». Pero muy pocos saben lo que hay en su interior, protegido con importantes medidas de seguridad, donde las fotos están prohibidas sin previa autorización y toda persona que entra y sale debe dejar constancia de sus movimientos con una tarjeta magnética. La importancia de sus ‘tripas’ lo merece.
Desde el emblemático edificio de la calle Vitoria se controla buena parte del tráfico telefónico de fijos y móviles de la provincia de Burgos mediante equipos técnicos de muy diferentes edades y tecnologías y en sus oficinas se está diseñando la extensión de la nueva fibra óptica hasta el hogar para toda Castilla yLeón. De ahí que no pueda entrar cualquiera, pues entre sus paredes se almacena información y equipos muy sensibles. Un redactor y un fotógrafo de Diario de Burgos pudieron recorrerlo hace unos días.
Cuando en 1969 Telefónica de España (entonces empresa estatal) adquirió una parcela de 1.000 metros cuadrados en los confines de la ciudad, frente a la Barriada Militar, solo tuvo que desembolsar 4 millones de pesetas. En torno a ella no había más que campo y cuarteles (unos años después los 35 metros de altura de la torre que levantó quedaron rodeados de viviendas) y aún hoy sigue siendo el ‘techo’ de los alrededores. Desde su azotea, ahora equipada con antenas de 2G, 3G y la nueva 4G, se disfruta de magníficas vistas sobre media capital.
La construcción finalizó en el año 1971 y desde su nacimiento empezó a alojar equipos técnicos. De hecho el inmueble está pensado para las máquinas más que para las personas y su presencia en oficinas, y por eso sus plantas tienen 5 metros de altura (lo normal sería la mitad) y apenas disponen de ventanas más que hacia la esquina de la glorieta de Logroño.
Su interior es mayoritariamente una sucesión de salas ‘ciegas’ que por supuesto exigen identificación electrónica para la apertura de cada puerta y en las que encontramos multitud de equipos técnicos. Con el tiempo se han ido ampliando, modernizando y privatizando al mismo tiempo que lo hacía la compañía. 
Ramón Maza, Coordinador de Operaciones de Red, nos ‘traduce’ la utilidad de esos sistemas que permiten por ejemplo saber dónde está cada móvil que dependa de la infraestructura de Movistar en la provincia de Burgos. Estos equipos, que para el profano apenas son paneles con luces, botones y conexiones, son capaces de encaminar las llamadas y en apenas dos segundos realizar el complejísimo proceso por el que un teléfono móvil busca su antena y esta a su vez acaba conectando con la más cercana al receptor de la llamada, esté a la vuelta de la esquina o en la otra punta del planeta.
En otra sala, también cerrada y también climatizada para evitar la condensación de calor provocada por tanto equipo electrónico, se espera la pronta llegada de los equipos para la llamada FTTH, siglas en inglés de la «fibra óptica hasta el hogar» que promete ser la próxima revolución de las conexiones domésticas y empresariales a internet al permitir una velocidad mucho mayor que la actual.
A pocos metros de distancia, una sala de oficinas en la que sí que trabajan personas cumple actualmente una labor fundamental para la operación de la FTTH. Allí se está diseñando la extensión del cableado de fibra hasta todos los hogares de Castilla y León. Hay que estudiar con criterios socioeconómicos ciudad por ciudad, barrio a barrio y manzana a manzana la manera de optimizar una tremenda inversión y el despliegue intelectual y físico necesario para ello se concibe desde el edificio de Burgos.
Pero junto a estas tecnologías punta, el inmueble de «La Telefónica» conserva pequeñas joyas como los soportes técnicos de telegrafía (aún se mandan telegramas para notificaciones oficiales, por ejemplo) o los buscas (inseparables de los médicos durante décadas) y algunos están equipados con teléfonos de rueda o gobernados por ordenadores ‘setenteros’ que suponen todo un choque visual en la era de los smartphones y las redes sociales.
El especial sabor de las antigüedades se conserva en una última habitación donde residen los repartidores de cobre de toda la ciudad. Hasta allí llegan los hilos de los teléfonos fijos clásicos en una ingente maraña de cables repleta de códigos y numeraciones entre la cual los técnicos son capaces de aclararse a la hora de reparar una avería. Todo un santuario de la comunicación analógica.
La delicadeza de los servicios que se prestan con todos estos equipos, de los más modernos a los más antiguos, obliga a Telefónica a disponer de baterías que proporcionan autonomía en caso de apagón eléctrico e incluso para cortes prolongados tienen grupos eletrógenos. Al edificio están adscritos alrededor de 90 personas pero muchas no trabajan físicamente allí porque su labor de mantenimiento se realiza fuera o se puede llevar a cabo de forma remota mediante gestión telemática. Técnicos, administrativos, personal de márketing, de cobro o ingenieros completan el plantel de este corazón telefónico de la provincia que ha superado la cuarentena pero que sigue siendo estratégico para las comunicaciones  de decenas de miles de personas.