Decenas de suicidios ocultan serios problemas de ludopatía

Angélica González / Burgos
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La asociación Abaj denuncia que las Administraciones fomentan el juego, «del que se lucran», pero que la sanidad pública apenas tiene recursos para atender a los afectados y a sus familias, cerca de un 10% de la población

Aunque aún siguen siendo mayoritarios los jugadores patológicos ‘de tragaperras’, cada vez crecen más los adictos al juego en internet. - Foto: Patricia González

 
En la Asociación Burgalesa de Rehabilitación del Juego Patológico reina este año un malestar superior al de otras ocasiones en las que, con motivo del Día sin Juegos de Azar -que se celebra hoy- denuncian la situación en la que se encuentran las personas afectadas por esta enfermedad. El psicólogo de la entidad, David Burgos, mostró su indignación por el «bombardeo de publicidad vinculada a casinos y póker a través de internet promocionada por las Administraciones, que se lucran de ello». Se refiere al logotipo ‘Juego seguro’ que identifica a los operadores con licencia, autorizados desde el año pasado. A su juicio, el Estado «se está lucrando de un negocio que crea enfermos, los jugadores compulsivos, de los que después nadie se ocupa». Se calcula que en España hay un 2% de jugadores patológicos pero, en total y sumando a otros con un menor índice de adicción y, sobre todo, a las familias, existe un 10% de la población afectada por el juego.
David Burgos se refirió a la poca atención que, en el caso de Castilla y León, presta Sacyl: «Los ven en Salud Mental y a la mayoría nos los derivan a nosotros -no sé si es que no tienen recursos o es que no lo quieren hacer- y casi es mejor, porque en el sistema de salud les ven una vez cada dos meses». Este profesional recuerda que se ha encontrado con pacientes que le informan de que en la sanidad pública les aconsejan que hagan «todo lo contrario» a lo que les dicen en Abaj: «A veces les aconsejan que vayan a jugar a ver qué es lo que sienten  y a un jugador nunca se le trata así. Hay un absoluto desconocimiento por parte de muchos profesionales».
El psicólogo añadió que no hay que olvidar que en la provincia de Burgos, detrás de decenas de suicidios de gente joven (en el tramo entre los 30-50 años) hay unos problemas tan serios de ludopatía que las personas optan por tan drástica decisión: «Muchas personas no pueden soportar más los problemas que les ha acarreado el juego patológico y deciden terminar con su vida». 
La Asociación Burgalesa de Rehabilitación del Juego Patológico está ayudando en la actualidad a un centenar de personas a abandonar la adicción. Para ello cuentan con el apoyo económico del Ayuntamiento y de la Diputación, desaparecidas ya las ayudas vinculadas a las obras sociales de las entidades financieras. Su presidente, José Luis Barriocanal, agradece a Cruz Roja la colaboración que les está prestando pues es en sus instalaciones donde reciben a las familias afectadas y donde se imparten las terapias.
Lo primero que se encuentran los  enfermos y sus acompañantes cuando llegan allí es comprensión, alguien que les entiende antes, incluso, de que comiencen a contar su historia. Porque son más de veinte años de experiencia la que tiene Abaj: «Llegan después de haber probado mil soluciones en vano. Y lo hacen desesperados; el jugador cargado de mentiras, de remordimientos, de vergüenza, de culpa y de miles de sentimientos más; el familiar, arrastrando deudas, depresión, culpabilidad, fracaso. Por eso, cuando me están contando su historia les paro y les digo que yo se la voy a completar: ‘A que te pasa esto, esto y esto’ y se les ponen los ojos como platos. En ese momento saben que les hemos entendido».
Y comienza el trabajo. El del afectado y su entorno con el psicólogo y con los terapeutas, exjugadores con mucha ‘mili’ también a sus espaldas. José Luis Barriocanal es uno de ellos y cuenta que tras esta entrevista hay mucha gente que, por primera vez en mucho tiempo, duerme por la noche «y se le enciende una luz, algo que no ha visto durante muchos años».
 
«DONDE VIVE UN JUGADOR NO VIVE NADIE». La del juego tiene toda la sintomatología propia de cualquier otra adicción, sea con o sin sustancia (compras, comida, sexo) aunque también cuenta, como explica Burgos, con una serie de ritos propios: «Una de las diferencias es que se tarda mucho más en detectar a un ludópata que a un adicto a la heroína o al alcohol por el deterioro que conlleva el consumo de estas sustancias. También cuesta creérselo más porque no se sabe el calado que tiene, no se sabe qué es lo que vive esa persona porque donde vive un jugador no vive nadie».
Tanto David Burgos como José Luis Barriocanal dicen que son conscientes de que no pueden hacer nada, que solo les queda «el recurso al pataleo»: «No nos queda más porque todo es legal pero nos preguntamos por qué se ha trabajado tanto contra el tabaco y tan poco contra la adicción al juego; quizás porque un enfermos de cáncer cuesta dinero y una persona que se cae por el balcón es solo estadística».