105 años, nada menos

A.C. / Pedrosa de Valdeporres
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Irene Ortiz, nacida en Quintanamacé y que vivió en Medina hasta los 100 años, vive en la residencia de Pedrosa de Valdeporres

El selecto club de los supercentenarios tiene una nueva socia. Irene Ortiz Manzanos celebró el viernes su 105 cumpleaños en la residencia Condado de la Revilla, de Pedrosa de Valdeporres, donde se trasladó a vivir ya con los cien años cumplidos. Irene Ortiz disfrutó del calor de sus 47 compañeros de residencia, de la plantilla del centro y de su familia. Pero hubo algo que le hizo especial ilusión y eso fue la placa de homenaje que le regaló el Ayuntamiento de la Merindad de Valdeporres, propietario y gestor del geriátrico. Tras recibirla de manos de su alcalde, Belisario Peña, Irene repetía, «qué bonita, qué bonita».
Con el oído mermado por sus miles de días de actividad y la vista también limitada, Irene Ortiz hace gala de una salud de hierro y solo toma una pastilla para la tensión. Recuerda vívidamente el ganado y el trabajo en el campo que realizaba con sus padres en la granja de Quintanamacé, la pequeña pedanía medinesa donde nació. «He trabajado mucho», decía esta ama de casa, que al casarse se trasladó a Medina de Pomar, donde vivió hasta los cien años.
Si se le pregunta por el secreto de su edad, su respuesta es que «soy fuerte y he trabajado». Enviudó de Valentín Guinea en 1975. Su marido regentó una fábrica de ladrillos y después una granja avícola que ocupaba la manzana situada entre las calles Juan de Medina y la estación de autobuses. En los bloques que allí se levantaron ha vivido hasta hace escasos cuatro años en que sufrió una caída y una rotura de cadera, de la que ya se fue a recuperar a la residencia de Valdeporres, el municipio donde reside su hija Mercedes. Ella y Rolando han sido sus únicos hijos y gracias a ellos cuenta con 8 nietos, 13 biznietos y dos tataranietos de dos y cuatro años de edad.
 
A la compra con 100.
Su hija Mercedes recuerda cómo con cien años todavía «salía sola a comprar» y solo contaba con el apoyo de una auxiliar de ayuda a domicilio durante una hora y media diaria. Asegura que «mantiene las ganas de vivir y habla mucho», aunque el día de su cumpleaños se encontraba algo pachucha.
En su juventud era una mujer enérgica, a la que le gustaba «organizarlo todo», pero alegre y con buen humor. «Cantaba mucho», recuerda su hija Mercedes, que con 78 años parece que seguirá la senda de su longeva madre.