«Lo más duro aquí es la soledad, pero tú la has elegido y está habitada»

G. Arce / Burgos
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Roberto de la Iglesia | Abad de San Pedro de Cardeña

Un monje trapense. Ha pasado la mitad de sus 46 años en San Pedro de Cardeña, donde ha encontrado en la clausura, no sin dificultades, a Dios, la tranquilidad y la felicidad junto a un grupo de 12 monjes. 
Dom Roberto de la Iglesia, abad de San Pedro de Cardeña, fue mi compañero de pupitre en el colegio La Salle durante 13 maravillosos cursos. Veintinueve años después, ante él y a solas en la biblioteca calefactada del cenobio, solo observo el paso del tiempo y todavía se me hace raro este monje trapense que mantiene intactos aquella sonrisa y el fino humor con los que siempre le he recordado. Nos conocimos de muy niños, con pantalón corto y pasamontañas de camino a la clase del hermano Blas, y la vida nos separó al filo de los 18 años, cuando cada cual tomó su rumbo hacia su propio destino, que se cruza este febrero por fin nevado... Sorprendentemente, pues nada hacía presentir tales frutos en aquella promoción, la de los nacidos en 1969 (y algún repetidor más), de aquella clase salieron tres sacerdotes... Uno de ellos, Roberto, el hijo de don Eladio, hoy ya con 90 años y que también fue profesor de algunos de nosotros en quinto de EGB, optó por dar un giro radical a su vida hace ahora 23 años: tomó los hábitos, abrió el gran portón del monasterio de clausura y entró a formar parte de otra vida muy distinta a la mía, la de una diminuta comunidad de 13 hermanos (3 más están en otros destinos) que ahora le ha tocado dirigir.
¿A qué hora te [permítase el tuteo] has levantado?
A las cinco menos cuarto. A las cinco hemos empezado la oración -los maitines-, después hemos tenido media hora de oración silenciosa. A las seis y cuarto acabamos...
¿Y el desayuno...?
Espera. Primero he ido a hacer la cama (algo muy bueno porque te reporta orden a tu vida), me he duchado y vestido decentemente [con el hábito]. Nos juntamos en el escritorio para leer y meditar la Biblia en silencio. Después vienen los laudes, la oración de la mañana en la eucaristía. A las ocho y media, cada cual va a desayunar cuando quiere. Esto es una familia, no vamos como un ejército, cada cual tiene un ritmo... Tras el desayuno leo el correo, veo algunos diarios por internet y después tenemos otra oración -el tercio- de un cuarto de hora. Desde las diez a la una y media cada cual se organiza su trabajo.
¿Y qué haces?
Saco un tiempo de lectura o de oración hasta las once. Atiendo el teléfono, escribo a quien necesita respuesta, recibo a las visitas y me ocupo de las cosas de casa: la lavandería, algún día la tienda, otro la comida (tenemos un cocinero muy bueno) y otros días los turistas.
¿Eres el más joven de los 13?
No. Tengo 46, como tú. Hay otro que tiene 44 y otro de 37. El mayor tiene 88 y es el historiador de la casa. Tiene una memoria extraordinaria y ahora está preparando un curso de verano para la UBU.
¿Llevas 23 años en esta rutina?
En realidad son más. Antes tuve una experiencia larga de nueve meses al acabar los estudios de Enfermería (tras pasar por la Facultad de Teología durante dos años). Después hice la mili en Castrillo del Val y luego me destinaron al Hospital Militar. Estuve en Psiquiatría y aprendí mucho con los pacientes. En realidad, aquella experiencia me dio mucha luz sobre la gente. Después trabajé en los centros de salud de Villarcayo y Medina de Pomar... 
¿Y te animaste a volver aquí...?
No lo tenía nada claro. Pensé y recapacité y me di cuenta de la llamada de Dios:era mi vida y volví. 
¿Qué le pasó por la cabeza a aquel chico de La Salle para dar este paso tan radical?
Yo estaba en un grupo cristiano que lo llevaban los Jesuitas. Dábamos mucha importancia a la oración, a los ejercicios espirituales... A los 14 años descubrí esta vida interior. Aquello fue la semillita que luego se convirtió en árbol...
¿Hubo algún desengaño que te impulsó a dejarlo todo?
No. La Enfermería me encantaba. Estabas con la gente todo el santo día. Es difícil cambiar de chip, pero sopesas y finalmente ganó Dios...
Insisto, ¿algo ha cambiado en estos 23 años aquí dentro?
No mucho. Cambia lo interior, la forma de percibir todo. Aquí se hace una vida de oración, de relación con Dios. Todo eso te cambia mucho.
¿Recuerdas el primer día...?
Si te soy sincero, no.
¿No hubo angustia vital...?
Me dije ‘Voy a ver...’, aunque era algo para siempre. Nunca tienes conciencia de que es para toda la vida. Te aseguro que no recuerdo aquel día.
¿Qué te dijo don Eladio, tu padre?
Nuestra orden tiene fama de ser muy estricta y dura. Me dijo: ‘¿Tú trapense? Eso solamente uno entre un millón y no vas a ser tú...’ (se ríe a carcajadas). Muchos amigos me decían que aquí no iba a aguantar ni seis meses. Pero cuando los pasé, me acordé de ellos. Los primeros años fueron durillos, esto es otro mundo. Lo que me mantiene aquí es la vida interior, la relación con Dios, que me fascinó y me sigue fascinando.
Como diría el doctor, ¿tienes antecedentes familiares?
Sí. Tengo varios tíos religiosos, una religiosa e incluso mi padre fue marista durante una época. Somos cinco hermanos y tenemos muy buena relación entre nosotros.
¿Alguna vez te has planteado dejarlo?
Sí, claro. Recuerdo cuando era novicio, un día de frío terrible, después de la misa me senté junto al radiador y me dije eso de ‘yo qué hago aquí...’. Los primeros años tienes que adaptarte. Quizá lo más duro es...
¿...la soledad?
Nosotros vivimos en comunidad constantemente pero esto tiene su parte de soledad, la que tú has elegido y es una soledad habitada. Dios está siempre contigo, aunque a veces se esconde. También tenemos nuestras tentaciones, como todo el mundo.
¿Qué haces cuando te aburres?
Dentro de la clausura tenemos un paseo muy bonito, pero cuando llevas tantos años aquí ya lo conoces. Me gusta leer y si un libro me engancha ya se me quitan todas las neuras. También me gusta tocar el órgano de la iglesia, algo que me exige una concentración al cien por cien. Corto la hierba, podo la hiedra... Hay que aguantar y perseverar en las cosas.
¿Se pueden tener amigos entre 13 monjes?
Sí. Todos los hermanos nos conocemos muy bien, aunque nuestra norma nos impone el silencio. A veces lo no verbal es mucho más efectivo que lo verbal...
O sea, que igual no hace falta decir nada para reír un rato.
Efectivamente. Nos cuidamos y nos ayudamos. Todos a uno, sin palabras, nos hacemos la vida más fácil.
Lo de abad, ¿es mucho trabajo?
Es una responsabilidad. Al principio te asusta. Eres el superior de la comunidad, pero cada cual dentro de casa tiene su oficio y el abad es el director de orquesta.
Esto no es la mili...
No tiene nada que ver. Lo dice el Papa Francisco:‘La obediencia religiosa no tiene nada que ver con la disciplina militar’. Yo hablo con los hermanos, les atiendo, aunque uno se encarga de la parte material de la casa, otro de la salud... Son tareas repartidas. Cada cual su espacio de responsabilidad. 
¿Y qué más hace un abad?
De cara al exterior, la representatividad es mía. En Burgos, el Monasterio es una institución. Nos sentimos muy valorados aunque, en el fondo, somos religiosos, unas personas más.
¿A ti también te han enganchado las redes sociales?
Sí, hay gente que nos escribe desde Latinoamérica. Gente con vocación. Otros nos cuentan cosas y últimamente, en Facebook, he contestado a alguien. Nunca lo había hecho...
En la calle todos tenemos móvil, todos estamos globalizados, pero cada día nos hablamos menos cara a cara y eso que no tenemos votos de silencio.
Aquí nos llega mucha gente para hablar con nosotros. Necesitan ser escuchados. Recuerdo que la primera vez que yo confesé a una persona estuve dos horas escuchándola. No necesitaba tanto. Muchos nos dicen que fuera no les escucha nadie... Es duro. Como dice el Papa, una de las obras de misericordia es la ‘escuchaterapia’.   
¿Qué ves en la gente? ¿Les falta un sentido a su vida?
Problemas familiares, de pareja, con los trabajos, con los compañeros... Hay casos de abusos, de personas que están sufriendo... También hay algunos que creen que esto puede ser su vida... 
Pues vocaciones no parece que haya muchas. ¿Es viable un monasterio tan grande con tan poca demanda?
Este tipo de vida está llamado a reducirse pero no desaparecerá. Ahí tienes a las de Iesu Communio, las clarisas de Belorado o de Burgos... El Monasterio es viable porque forma parte de una orden en la que nos apoyamos unos a otros [hay 170 monasterios trapenses en el mundo]. De hecho, nosotros ayudamos a otros y seguro que, si alguna vez pasara, nos ayudarían. Hasta ahora somos autónomos y hemos logrado el equilibrio, precario, pero equilibrio.
Parece que a la mujer le tira más la vida religiosa...
El 75% son mujeres y el resto hombres. 
La crisis y su dureza no ha atraído más vocación a los monasterios.
Nosotros no lo hemos notado. Siempre tenemos peticiones, unas 5 o 6 cada año, y otras muchas que vienen de Latinoamérica, aunque las derivamos a monasterios de allá.
¿No ha cuajado ninguna de las peticiones?
Primero vienen a la hospedería y luego realizan experiencias de un mes dentro de la comunidad. Este verano hemos tenido uno que nos pidió ingresar, pero no lo hemos visto... Esto es como un matrimonio, para toda la vida, no vas a aceptar al primero que venga por aquí.Esta claro, en referencia a Iesu Communio, que la juventud atrae a la juventud y donde no hay jóvenes no es lo mismo. 
Cambiando de tercio. ¿Qué te parecen los jóvenes que matan y se matan por la religión?
Es un tema complejo. Está claro que la violencia y el Evangelio se dan de tortas. La religión, o es de paz, o no lo es.
Curiosamente, los jóvenes desencantados de la crisis han salido a la calle para reclamar lo que vosotros practicáis en la clausura: igualdad, justicia, reparto de la riqueza... 
Sí. El cristianismo ha marcado la vida en Occidente hasta la médula. La libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa son plenamente cristianos... Y estos jóvenes reclaman estos valores cristianos sin que les alumbre la religión... No lo sé, la religión debe empeñar toda tu vida. El Papa actual demuestra que los extremos se juntan a la hora de actuar contra la pobreza y por la igualdad social.
¿Te gusta el mensaje del Papa?
Sí. Es muy cercano pero, como buen jesuita, no es nada tonto. Desde el primer momento que salió al balcón del Vaticano sabía exactamente lo que quería. Me llamó la atención. Se vistió con su sotana blanca, pidió la bendición a la gente y se presentó como el obispo de Roma, no como el Papa. Lo tuvo claro desde el principio y lo sigue aplicando hasta ahora.
¿Has tenido la tentación de llamarle por teléfono?
No. Pero le diría que ‘¡mucho ánimo!’, que rezamos por él. Es un don de Dios para la Iglesia. La estadística confirma que la práctica religiosa en España ha subido. 
En el cine están echando Spotlight, una película que analiza la investigación periodística de destapó los escándalos de pederastia cometidos durante décadas por curas americanos. ¿Qué te parece este asunto?
Es un tema que se da de tortas con todo, con lo humano, con lo cristiano. En psiquiatría está catalogado como un trastorno de la sexualidad, lo que no quita que sea un delito y el que lo comete, esté donde esté, es un delincuente. Lo que pasó en Boston fue terrible. Todos podemos tener algún pecado, pero tenemos que asumirlo. Si además es un delito, tiene que pasar por la Justicia.
¿Votaste en las elecciones de diciembre?
Claro. En las autonómicas me tocó en la mesa electoral.
¿Quién va a ser presidente?
Yo de política... Voto pero no opino. Lo que tenemos montado ahora en España, en parte, me parece bien. Es bueno que no haya rodillos de las mayorías absolutas, que hablen entre ellos, que tengan que pactar y consensuar las cosas. Es importante que los políticos estén para servir al pueblo.
Tú, con tus votos de pobreza, ¿cómo ves al político de turno con los bolsillos llenos por la corrupción galopante?
Duele. Todo el mundo hace equilibrios para llegar y ellos, con el dinero de todos, con nuestros impuestos... 
Tenían que venir a pasar una temporada a Cardeña para vivir la pobreza de verdad.
(Carcajadas) La política necesita seriedad. Parece una barraca.
¿Cuánto cobra un abad?
Eso me preguntan... Solo cobro en sinsabores... Tras los votos solemnes, todo va a la bolsa común del Monasterio. Aquí no hay salarios. A veces recibimos donativos, que van a la bolsa común. Cada monasterio se autoabastece, aunque hay una caja de ayuda para apoyar a los que no llegan.
Ya no te pregunto por las tarjetas de crédito. 
Sí que tengo, la del Monasterio. Hay otros hermanos que también tienen. Solo he ido una vez al cajero pero no me salió el dinero...
¿Qué presupuesto anual tiene San Pedro de Cardeña? 
No sé decir. Los números los lleva el hermano administrador.
Supongo que la calefacción se llevará un pico...
Sí. Y las obras. Solo arreglar los tejados ya es mucho. La Junta nos ayuda un poco, pero les cuesta mucho. Gracias a Dios, para el día a día hemos subsistido estos años de crisis. Tenemos dos obreros contratados y hemos podido pagarles un sueldo decente.
¿De dónde vienen los ingresos?
Sobre todo de lo que vendemos: el vino, el licor, la tienda, el turismo, el campo, la cerámica, las misas que nos encargan... y algún donativo de vez en cuando. 
¿Tenéis muchos donantes?
No muchos, pero algunos son muy generosos. Nosotros también damos. En nuestro plan anual se reserva una parte para los pobres.
¿Qué les urge ahora?
Hemos arreglado las goteras y tenemos pendiente la mejora de la visita turística para generar más ingresos. Es un tema que se ha hablado con Patrimonio en Valladolid. Ahí está parado... Hay que restaurar las fachadas, las cornisas y el claustro románico necesita una intervención porque se está deshaciendo la piedra.  
¿Cómo va la hospedería?
Ahora no hay casi nadie pero en Semana Santa se llenará. Tenemos 31 plazas en el Monasterio y otras 15 para familias en el mesón.
¿Vienen a hacer turismo?
No. A rezar. Viven esos días de una forma más espiritual.
¿Envidias (entre comillas) la proyección alcanzada por Silos?
Cada monasterio tiene su carácter. Me parece muy bien lo que hacen. A nosotros nos valoran por ser un espacio más silencioso. Aquí la gente está más olvidada (en el sentido positivo) y más tranquila y silenciosa. Tenemos fama de ser muy familiares. 
¿Qué es lo que nunca permitirías como abad?
Recuerdo que hace años, con el boom de la construcción nos quisieron poner una urbanización cerca de nuestras tierras. Paramos el proyecto para preservar este espacio de silencio y reflexión. 
En unos días, el 12 de marzo, leerás el pregón de la Semana Santa, que cada día es más vacación que vocación.  
Si me escogen a mí, ya saben que no voy a hablar de destinos turísticos. Hablaré del sentido religioso de las celebraciones y también de mis recuerdos de la infancia. Yo salí con el capuchón muchas veces...  Me llama la atención el respeto a la figura del abad, dentro de casa soy uno más, fuera parece como que amedrentas con el cargo. En realidad es al revés. Estoy más cohibido que ellos.
¿Es un cargo vitalicio?
No. Se elige cada seis años entre nosotros. Lo decidimos así en los años 80. Incluso, cuando cumples 75 años tienes que presentar la dimisión. En Silos, sí es vitalicio. 
Estás a mitad de mandato.
En mayo pasaré la mitad. 
¿Te presentarás a la reelección?
(Carcajadas mutuas) Aquí no hay candidatos. La comunidad decide. Es muy democrática... 
¿A qué hora se acuesta un monje?
A las diez menos cuarto.
Un abrazo, compañero.