Sinovas: Un barrio con alma de pueblo

DB / Burgos
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La entidad menor de Sinovas depende administrativamente de Aranda de Duero pero tiene una definida idiosincrasia particular

Miguel Ángel Gayubo | Alcalde El también presidente de la Asociación de Hosteleros lleva 15 años ocupando la Alcaldía de Sinovas, participa activamente en la vida de la localidad, residiendo allí con su familia y manteniendo tradiciones.

Los avatares del devenir de los tiempos hizo que Sinovas surgiese y se conserve como arrabal o barrio de la capital ribereña. Su aparición tal y como conocemos hoy a esta localidad data del año 1230, cuando los vecinos de Aranda y Gumiel de Izán se reúnen para delimitar el término que ocuparía Sinovas, a cuyos vecinos se les otorgaron distintas suertes del monte de Gumiel. Poco a poco fue ganando entidad, tanta como para necesitar una iglesia parroquial propia, y en el siglo XIII se comenzó a construir la joya de la corona de este barrio arandino: la iglesia de San Nicolás de Bari.

Este templo es uno de los mayores atractivos de la arquitectura religiosa de toda la comarca ribereña y guarda en su interior uno de los más significados ejemplos de artesonado mudéjar de toda España. La iglesia fue objeto del expolio, perdiendo parte de su atractivo inicial. «El 1 de noviembre de 1912 se caen dos tercios del artesonado y los restos desprendidos se vendieron. Al año siguiente, se vendió también el retablo de Santa Ana, que se llevó a Argentina, donde aún se puede ver en el Museo Larreta», recuerda Miguel Ángel Gayubo, alcalde pedáneo de Sinovas.

A pesar de estos avatares del tiempo, la visita a la iglesia de San Nicolás de Bari de Sinovas (no confundir con la homónima de Burgos) es ineludible para cualquiera que acuda a Aranda, y más ahora con la apertura de la muestra de Las Edades del Hombre a la vuelta de la esquina, para contemplar este artesonado, con su prolífica decoración policromada, en el entorno del recién restaurado templo.

Alma de pueblo

La personalidad de Sinovas y de sus habitantes es otro de los atractivos que hacen que un paseo por sus calles sea más que recomendable. Los apenas tres kilómetros que lo separan del casco urbano de Aranda son una barrera invisible que ha dejado pasar casi todo lo bueno de la ciudad pero sin que se esfume la vida tranquila de los pueblos. «No queremos que se pierda esa identidad, queremos seguir siendo barrio porque no nos queda otra administrativamente hablando pero teniendo esa identidad de pueblo y ese espíritu de colaboración y de ayudarse entre todos», reconoce Gayubo.

Tradiciones como las marzas, las matanzas, romerías, una cofradía, la Hermandad del Corazón de María, con la subasta de bandos, y las fiestas patronales son algunas de las citas anuales que sirven para mantener ese ambiente de convivencia entre los vecinos, al que se han ido sumando los nuevos habitantes que han optado por vivir allí, huyendo del ajetreo de la ciudad, que Aranda lo tiene, pero sin alejarse en exceso. «No queremos que se convierta en una ciudad dormitorio, porque al ir creciendo poco a poco, los que han ido viniendo se han integrado perfectamente y cumplen las tradiciones más que algunos de los que aquí hemos vivido toda la vida», confiesa el alcalde.

Entre las reivindicaciones para mantener esa idiosincrasia pero ganando en servicios, Gayubo reivindica un tratamiento específico dentro del nuevo PGOU, que el autobús urbano llegue hasta Sinovas «al menos dos veces al día», que se mejore la cobertura de telefonía móvil y que llegue la banda ancha. Además, los vecinos cuentan con un moderno centro cívico, en el que desarrollan multitud de actividades, frontón y pista polideportiva, que se suma al más que concurrido carril bici que une el barrio con la ciudad y que «usan más los de Aranda».