¡Hasta el lobo huyó!

P.C.P. / Burgos
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De Mecerreyes a Quintanilla del Agua no quedó ave ni animal • Los vecinos aguantaron para ayudar, pese a que «avanzaba más rápido el fuego que una persona a todo correr»

Carretera de acceso cortada. - Foto: Jesús Javier Matías

Cuando en la zona había 1.000 habitantes, venían con carros de leña desde octubre hasta marzo y nunca se agotaban. «¡Y en una tarde de septiembre los hemos perdido todo!», se lamentaba anoche el alcalde de Quintanilla del Agua, Leopoldo López.
 
En Mecerreyes sienten el monte como doblemente suyo, ya que hace unos 12-14 años plantaron pinos en una zona donde no había más que jara baja y ahora estaban orgullosísimos de haber creado un paraje con todo tipo de fauna. La misma que ayer puso pies en polvorosa en cuanto su instinto animal detectó la cercanía del fuego.«Veías salir corzos, zorros, liebres... Perdices no sé si habrá librado alguna. ¡Hasta un lobo ha salido», me lo ha dicho la propia Guardia Civil, aunque ya sabíamos que estaba ahí», explica Julián Vicario, alcalde de Mecerreyes.
 
El amanecer será peor, aunque ya anoche eran conscientes del desastre medioambiental que ha sufrido la comarca. Pese a todo, estaban contentos por haber podido librar del desastre una granja en Puentedura y evitar que el fuego bajase a este pueblo y a la carretera de unión con Quintanilla, así como no tener que lamentar ninguna desgracia personal.
 
También por el comportamiento vecinal. «Este pueblo es ejemplar en eso, todos han salido con tractores, con palas o con lo que tenían. Y eso con las llamas que había. Iba a todo correr una persona y avanzaba más el fuego que ella», detalla Vicario.
 
Como la mayoría de los vecinos de la comarca, emplearon la tarde en tratar de atajar el fuego con tractores y hasta vertidos de purines, para refrescar un terreno muy accidentado y de difícil acceso. «Es muy problemático entrar allí a trabajar», y tampoco demasiado efectivo. «Los humanos poco podemos hacer, es como intentar llenar una cisterna de 10.000 litros con una regadera», ejemplifica López.
 
Ya entrada la noche, cuando poco podían hacer, se juntaron en el bar a refrescar el gaznate mientras la ceniza tiznaba los vasos. Apuraban así el último trago de monte.