Un colegio para 18 anuncios

Gadea G. Ubierna / Santibáñez
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Santibáñez Zarzaguda tiene uno de los Centros de Educación Infantil y Primaria con menos escolares matriculados de la provincia, pero sobrevive con un reemplazo generacional estable

En la clase de Infantil y Primaria hay escolarizados siete niños de entre 3 y seis años y está previsto que en los próximos cursos entre, por lo menos, otra niña residente en el pueblo. - Foto: Jesús J. Matías

Para Víctor, Iván y Veselin, trillizos de diez años, este comienzo de curso ha sido especial por varios motivos: una furgoneta los recoge todos los días en la puerta de casa para llevarlos a clase (y viceversa) y, lo más importante, han pasado de tener un único compañero de juegos en el recreo a poder contar con quince. Los hermanos fueron tres de los cuatro últimos alumnos de la historia de la escuela unitaria de Montorio (en la comarca de Odra-Pisuerga, a 30 kilómetros de Burgos), que este año ya no ha podido abrir por falta de alumnado. Así que ahora van al colegio público de Santibáñez Zarzaguda (entre Huérmeces y Pedrosa de Río Urbel), el Virgen de las Eras.

El caso de Montorio no es único en la provincia. El año pasado Los Balbases se quedó sin el aula integrada en el colegio de Pampliega y otro tanto ocurrió en Tubilla del Lago con la clase que tenían asociada al centro agrupado de Peñaranda de Duero. Y si se echara la vista atrás, podrían ponerse decenas de ejemplos como estos. La despoblación de las zonas rurales primero deja a las escuelas reducidas a la mínima expresión y, después, acaba por imponer el cierre. Los niños se tienen que ir y la falta de un servicio vital desincentiva todavía más la fijación de población en los pueblos.Y luego hay casos como el de Santibáñez, pueblo que mantiene el colegio, pero tampoco se sabe con certeza por cuánto tiempo. Hoy hay 18 alumnos, y tanto el Ayuntamiento como la dirección sostienen que, de momento, la supervivencia está garantizada porque hay relevo generacional en cantidad suficiente como para que la Consejería de Educación mantenga abierto el centro. Pero también es cierto que en Santibáñez todavía se recuerda la época en la que había dos colegios para elegir: el público y uno de monjas de la congregación del Sagrado Corazón que con el paso del tiempo se transformó en residencia, pero ya entrado el siglo XXI cerró.

Al Virgen de las Eras acuden cada día menores de Montorio, Celadilla Sotobrín, Zumel, Mansilla, Huérmeces y Santibáñez. En total, 18 niños de entre 3 y 12 años que se dividen en dos clases: Infantil y primer ciclo de Primaria por un lado y segundo y tercer ciclo de Primaria en otra clase. Como destaca la directora de este colegio, Sandra Turzo, el ser pocos tiene más ventajas que desventajas. «Como positivo destacaría que la atención es más personalizada, tenemos un ambiente familiar y los mayores se preocupan de cuidar de los pequeños», explica. Turzo considera que también en el aspecto académico hay algunas ventajas con respecto a un colegio de capital porque «al estar juntos en clase y aunque para algunas asignaturas los desdoblamos, a los niños se les quedan mejor las cosas porque los pequeños oyen lo que les explican a los mayores y se van quedando con cosas y, los de cursos más avanzados repasan continuamente con las explicaciones de los pequeños. El aprendizaje es continuo», destaca la directora y profesora de Educación Física, Matemáticas en primer curso y Lengua en todo el ciclo de Primaria. «Realmente, aquí es que damos un poco de todo. La especialización no existe como en un colegio grande en el que eres tutor de un grupo, das tu especialidad y ya está», añade.

Este hacer un poco de todo y para niños de distintas edades al mismo tiempo fue lo más chocante para esta profesora que su primer año de experiencia profesional lo pasó en el colegio público Juan de Vallejo, en Gamonal, con cientos de alumnos. Nada más terminar allí le encomendaron la dirección del centro de Santibáñez y le tocó adaptar su método de enseñanza al día a día de un colegio de esas características. «A veces es complicado organizarte para enseñar cosas distintas a niños de tres cursos diferentes y todo en una hora. Es lo más difícil», comenta.

Cuando llegó al colegio hace cuatro años, había 21 escolares matriculados y en los cursos siguientes la cifra ha rondado la quincena, siempre con disparidad de edades. Estas cifras permiten que cuando Turzo habla de sus alumnos con un tercero, los llame por sus nombre y si ha de pensar en ellos en conjunto, tampoco le sale dar cifras sino que ha de pensar en cada uno de ellos para explicar cuántos acuden cada día en el autobús (diez) o cuántos se quedan en el comedor.

Otra de las peculiaridades del Virgen de las Eras es que al entrar en el edificio hay silencio. Parece una palabra reñida con un centro escolar, pero con 18 alumnos es posible mantener la calma durante buena parte de la jornada. Cuando este periódico visitó las instalaciones, comprobó que los siete pequeños de entre 3 y 6 años que compartían pupitre en la clase de Infantil y Primaria (y que, obviamente, nada sabían de la llegada de DB), escuchaban sin rechistar a su profesora, Patricia Rodríguez, mientras hacían manualidades los de Infantil y ejercicios los de primero de Primaria. Este curso es el segundo que Rodríguez da clase en Santibáñez, pero explica que siempre ha estado en colegios «pequeños y con distintos niveles en clase», así que asumir las clases de todo el ciclo de Infantil y primero de Primaria no fue ninguna novedad para ella.

Tampoco para la responsable de los mayores, Laura Villaescusa, la llegada a Santibáñez este curso ha supuesto problema. Esta maestra se encarga de las horas de Inglés, Música y de las tutorías. Sin que eso impida que en ocasiones, haga otras cosas.

Ellas tres conforman la plantilla fija del colegio, que se completa con una pedagoga a media jornada y la profesora de Religión, que acude una mañana a la semana. «Hay veces que parece que ser tres o cinco profesoras para 18 alumnos es mucho, pero hay que pensar que aquí las cosas son distintas a los colegios grandes y que también tenemos otros medios», añade Turzo, destacando que la diferencia presupuestaria no es impedimento para que hagan salidas y actividades semejantes a las de cualquier otro centro. Los cuatro años en Santibáñez han hecho de Turzo una gran defensora de los colegios pequeños porque permiten que los escolares tengan entre sí una relación que no tendrían en otro sitio más concurrido y aunque tanto ella como las otras dos profesoras son conscientes de que cuando sus alumnos tienen que empezar la Secundaria en un instituto les cuesta un poco el cambio, creen que la posibilidad de haber desarrollado la empatía y la capacidad de socializar sin tener en cuenta la edad es una gran ventaja. De hecho, al preguntarle por los inconvenientes de un centro escolar de este tipo, Turzo tiene que pararse a pensar. «Quizá, la principal desventaja sea la imagen que tiene la gente de los colegios pequeños, porque tienden a pensar que aquí se hace menos o que aprenden menos y no es así. Hacemos lo mismo y, de hecho, cuando nuestros alumnos han pasado al instituto y hemos tenido reuniones de directores, nunca me han hecho ningún comentario sobre el nivel académico, que supongo que es lo que al final importa. Aquí hacemos lo mismo que otros coles, pero a nuestro nivel», concluye Turzo.