Aferrados a las palabras

I.L.H. / Burgos
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Cerca de medio centenar de personas leyeron en voz alta textos y poesías en homenaje a Jorge Villalmanzo • En el acto organizado por la Universidad de Burgos la literatura hizo de bálsamo para los amigos y familiares del poeta

Una pantalla proyectaba fotografías de Villalmanzo mientras se leían los textos. - Foto: DB/Luis López Araico

Siempre será pronto para cerrar la herida de quien se va temprano y casi nada puede hacerse para mitigar la ausencia. Salvo, quizás, recordarle con aquello que le gustaba. Jorge Villalmanzo era, entre otras muchas cosas, poeta. Su relación con la palabra escrita, con los versos, los certámenes literarios, la promoción de los escritores noveles y la alabanza sin tapujos hacia quienes respetaba le convirtieron en una figura indispensable del panorama literario burgalés.

Para quien vivía aferrado a la palabra como dirección y destino, a su valor y a sus símbolos, recordarle con una lectura poética fue como un  bálsamo para los amigos y familiares que ayer se dieron cita en el homenaje póstumo organizado por la UBU y que consiguió llenar el Aula Romeros.

Jorge Villalmanzo estuvo presente con sus textos y con los de escritores que él también hubiera elegido para un acto de estas características: se leyeron poemas de su «hermano mayor» Bernardo Cuesta Beltrán -muy presente en todo el homenaje-; de sus admirados Victoriano Crémer, Juan José Rojo y Tino Barriuso; de los jóvenes a los ue aplaudía Contreras Elvira, Covadonga Juez, Frühbeck Moreno o el también fallecido David Lorenzo Magariño; de sus colegas Sara Tapia, Miguel Ángel Barbero, Esther Ortega, Antonio Box, Santos Rivas, Aurelia Ruiz Sola...

Las palabras compartidas las inició el vicerrector René Jesús Payo calificándole como «uno de los mejores de los nuestros», dando paso a continuación a las del gerente del Instituto Municipal de Cultura, Ignacio González, que elaboró un semblante certero y sin edulcorar -«se mereció muchas cosas que se le negaron», clamó en su intervención-.

Tras ello llegó la lectura poética a la que se apuntaron cerca de medio centenar de personas, lo que hizo que el acto se alargara durante dos horas y media. Su hermano Julio y su amiga Elena Crespo, los primeros en subirse al estrado, eligieron para mitigar su ausencia aferrarse a las palabras de Pablo Neruda Fulgor y muerte de Joaquín Murieta. Tras ellos fueron pasando escritores, amigos y familiares, dejando para su sobrina Tania (que leyó el poema Tiempo túnel, del propio Villalmanzo) y su tío Tony Santos las últimas intervenciones.

Con la serenidad que da la vida pero emocionada como para no poder hablar, su madre Teresa Santamaría recibió los aplausos que escondían las lágrimas y el respeto de quienes sienten que «el dolor que nos traspasa es frío», que diría el autor de Cenizas en la nieve.

El acto de lectura estuvo organizado por el programa de Acercamiento Intergeneracional de la UBU con motivo del Día del Libro.