Apocalipsis en la N-I

R.P.B.
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La Nacional-I ha pasado de ser una carretera infernal a ofrecer una imagen casi desértica. Los establecimientos de hostelería y servicios de esta vía admiten el enorme bajón de usuarios y temen por su futuro

Área de servicio de La Brujúla en una imagen impensable hasta hace unos días - Foto: Luis López Araico

Durante varios momentos la estampa es insólita, y la sensación rayana en lo onírico. En trance estamos de frotarnos los ojos. Es casi media mañana del martes y lo que durante años fue un tráfico endiablado, infernal, pesado en todos los sentidos de la palabra, presenta hoy una imagen desértica, con tramos que trasladan nuestra imaginación a esas carreteras interminables y solitarias del Medio Oeste americano que retratan las road movie o algunas de las novelas de Cormac McCarthy. Pero no: nos encontramos en una de las largas rectas de la Nacional-I, y durante varios minutos lo que único que transcurre por ella es el tiempo. Hay que esperar pacientemente para ver aparecer un coche, de cuando en cuando un camión, en lontananza. Esta es hoy, dos semanas después de que se levantaran las barreras de la autopista, la realidad de la vía que más ha sufrido durante décadas la imposición del peaje en la carretera con doble sentido que se construyó en un trazado paralelo. Se ha pasado del infierno de un tráfico terrible, denso y peligroso, a casi un desierto, o cuando menos a una situación de tranquilidad que se antoja realmente insólita por el reciente pasado que atesora esta carretera.
Pero mientras una mayoría festeja la conversión de la autopista en autovía y conducimos cómodamente y sin sobresaltos por una calzada despejada, hay quienes tratan de gestionar este nuevo escenario entre la preocupación, la angustia y el miedo. Pancorbo es uno de los puntos que concitan estos sentimientos. Aunque apenas han transcurrido dos semanas desde la liberación de la autopista, los negocios ubicados en la orilla de la N-I ya están temblando, convencidos de que esta nueva realidad pone en riesgo su prosperidad y, peor aún, su supervivencia. En el Hostal y Restaurante Poli son muy claros al respecto.«Ya se ha notado un bajón muy importante; en la barra, del 50 por ciento. Aún no sabemos hasta qué punto puede ir a peor. Lo cierto es que ahora paran muchos menos coches y camiones», explica su encargado, Diego Cadiñanos.
En este negocio trabajan hoy ocho personas. Cadiñanos admite que si la situación persiste o se agrava (los meses de enero y febrero son por lo general malos, asegura, por lo que esperará más tiempo para comprobarlo) «tendremos que replantearnos la situación». Con todo, el regente del Hostal Poli confía en que las reivindicaciones del Ayuntamiento de Pancorbo, que estriban principalmente en mejorar la señalización de la salida de la ahora autovía, puedan amortiguar el golpe brutal.

un verdadero temor. María del Carmen, empleada de la gasolinera de Pancorbo, durante años una de las más activas de la provincia, es mucho más escéptica. Más bien pesimista. «El bajón ha sido enorme. A la mitad o menos», admite. «Para nosotros esto es una cuchillada.Estamos muy preocupados. Yo temo por mi puesto de trabajo. Esto está muy mal.Si no hay más que fijarse en el silencio. Nunca había habido silencio aquí. Se han empezado a ver hasta bicicletas en esta carretera, algo que antes era impensable», apostilla. Esta nueva tesitura, subraya, tiene mal arreglo.«Salvo que hicieran un nuevo acceso, con un carril de desaceleración... Pero no sé si aún así se arreglaría algo», concluye después de casi media hora sin atender a ningún cliente, un hecho realmente excepcional.

(Artículo completo en la edición de hoy)