La poesía se cuela en el festival

I.L.H. / Burgos
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El lirismo también está en el teatro cuando los espectáculos manejan el lenguaje de la magia • Ayer ocurrió con los

En la Plaza Mayor volaron las manzanas con los números y coreografías de los británicos Gandini Juggling. Por su espectáculo ‘Smashed’ obtuvieron un premio en el Festival de Edimburgo. - Foto: Ángel Ayala

Nueve malabaristas, ochenta manzanas y cuatro vajillas. Con ese esqueleto, en apenas media hora la compañía inglesa Gandini Juggling dejó al público boquiabierto y aplaudiendo de pie (al menos en el primero de los dos pases). Como la habilidad y precisión se les presupone, los siete hombres y dos mujeres que conformaban la ficha artística conmovieron por sus coreografías, las estampas líricas creadas con el sonido del gramófono y la música de Little Jack Little, Al Bowlly, Louis  Armstrong o Vivaldi y la poesía de una puesta en escena que comienza como un sueño sereno y termina con la explosión catártica de la destrucción.

Las manzanas que empezaron bailando en solitario, fueron sumando adeptos en forma de pareja, cuartetos y comunas; el ritmo bucólico del inicio fue tornándose en una pelea de egos, y la sencillez de su presentación dejó paso a un virtuosismo con dotes teatrales.

La poesía de Gandini Juggling  en la Plaza Mayor puso el listón muy alto en esta primera jornada del XIV Festival de las Artes EnClave de Calle. Pero mientras las manzanas se lanzaban al vuelo, en el paseo Marceliano Santa María una mujer, Claire Ducreux, embellecía  la función de un mero banco. Los equilibrios que la bailarina realizaba para sentarse, la comodidad que encontraba en posiciones increíbles y la dulzura de sus moviemientos, apuntaban también al tono poético del festival.   

Como lo hizo en el Parral la destreza de David Dimitri. Lo mismo desde un cable exterior a trece metros de altura que subido a una cuerda de 14 milímetros; dentro de un cañón para ser expulsado o al galope de un caballo en forma de potro; tumbado con la trompeta sobre el cable o saltando con torpeza desde un trampolín; corriendo sobre una cinta o haciendo acrobacias en el aire.

La primera de las cinco funciones de El hombre circo en España (todas en Burgos) presentó el aforo completo. Los 220 espectadores que se acercaron a la carpa tuvieron tan cerca el arte de David Dimitri que podían sentir su sudor y el esfuerzo acrobático pero también sentirse partícipes de la magia del clown y la sensibilidad de un hombre que es músico, equilibrista, payaso y maestro de ceremonias.

La apuesta local

La palabra fue la herramienta de la compañía burgalesa Ana i Roncero para mantener la atención de cincuenta personas durante una hora. Algo tendrían sus relatos y el protagonismo que dieron a tejos, laureles y tilos del paseo de la Isla cuando se vieran desbordados por un aforo superior. Pero no se puede poner puertas al campo y, aunque era necesario recoger la invitación y colocarse sobre la solapa la hoja que daban como entrada, hubo curiosos que se apuntaron al recorrido que Juan Luis Sáez y Ana Roncero realizaron apoyados por la voz y el teatro de objetos.

Con escaleras, zancos, maletas y raíces que cobraban vida mantuvieron entretenidos a un público que lo mismo marcaban canas que vestían pantalones cortos. A la función de ayer, se sumarán otras tres repartidas entre hoy y mañana.

Quien no repite es Margarito y Cía, que ayer estrenó el trabajo en proceso de su primera incursión en el teatro de adultos. En el monasterio de San Juan, Angélica Gago mostró los apuntes de una obra aún incompleta en la que la actriz incorpora a la dramaturgia elementos circenses bajo la dirección de  Rafael López Recio (The Freak Cabaret Circus). Con aéreos en un columpio, claqué, rutinas de movimiento y una casa como escenario, los burgaleses Margarito y Cía se meten en la piel de una mujer que debe aprender a asumir una separación y liberarse.