Hoy sería un escándalo mayúsculo, mezcla de acoso inmobiliario y prevaricación. Pero a principios del s.XX, el poder de unas pocas familias burguesas llegaba muy lejos. Hace poco más de 100 años, en la plaza de Alonso Martínez se derribó parcialmente un edificio para dar lustre a otro y aunque el efecto estético fue realmente beneficioso para el entorno, su trasfondo ético resulta sospechoso.