Recuerdos de veranos felices

I.M.L.
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Familiares y vecinos de Pablo Pérez Villán en Tórtoles de Esgueva rememoran las vacaciones que pasó en el pueblo

El corazón de los habitantes y descendientes de la localidad ribereña de Tórtoles de Esgueva se encogía hace un año al enterarse que Pablito, el hijo de Concha y José María, el nieto de Paula, ese niño amable, obediente, tranquilo y todo corazón que pasaba todos sus veranos correteando por las calles del municipio era una de las víctimas de los terroristas que acabaron con la vida de otras 15 personas en Barcelona y Cambrils. Ese mismo corazón sigue sin poder quitarse la tristeza de encima y más en la jornada de ayer, justo cuando se cumplía el primer aniversario de aquel día negro. 

Lejos del epicentro de los homenajes a las víctimas, la jornada de ayer en Tórtoles parecía una más del apacible verano, pero los vecinos sentían que no era así. Ya en la misa matinal, el párroco tuvo unas palabras de recuerdo para Pablo, para Pablito, que es cómo le conocían en su entorno cercano, para Pau, que es cómo le llamaban entre sus amigos catalanes. Presentes en esta celebración estaban Begoña y Blanca, primas de Concha, a las que los ojos se les llenan de lágrimas cuando le recuerdan. «Era un niño muy integrado, aunque solo venía en verano, pero como todos los críos, deseando terminar de comer para volver a salir a la calle», reconoce Begoña, a lo que Blanca añade que «de mayor ya estaba integrado con su grupo de amigos de siempre y últimamente venía menos porque empezó a estudiar y a viajar fuera con la ONG».

Tras aquellos veranos que Pablo pasaba con su abuela durante las vacaciones escolares, mientras sus padres seguían trabajando en Cataluña, toda la familia regresaba año tras año a Tórtoles a pasar unos días, donde la abuela Paula residía de continuo entre los meses de mayo y octubre en la casa familiar. Pero después del atentado no habían vuelto, hasta que sacaron fuerzas de flaqueza para asistir al homenaje que le brindaron en este pueblo ribereño, donde luce una placa en su recuerdo en la fuente junto al Ayuntamiento y donde se hizo una comida de hermandad cuyos beneficios se donaron a Aldeas Infantiles, asociación con la que trabajaba Pablo. «Incluso se acabaron los tickets y hubo gente que donó dinero para la ONG aunque no pudo comer», comenta una vecina.

Ese día los sentimientos volvieron a estar a flor de piel, pero el cariño de la gente animaba a la familia directa a enfrentarse a esa vuelta al pueblo tras lo sucedido. María Jesús Pérez es amiga de Concha y recuerda que ella le dijo que no sabían cómo se iban a encontrar cuando pisasen Tórtoles, que hasta el año pasado había sido el escenario de días felices pero que ya la sonrisa no era más que un acto reflejo. «Creo que les vino muy bien venir, les sirvió para romper el miedo a estar aquí, venían con mucho dolor y cohibidos por ver qué pasaba, pero se volcó todo el pueblo y al ver lo que había les dio una inyección de adrenalina y ánimos para poder volver más adelante aquí», reconoce.

Los familiares de Pablo habían decidido no acudir a los homenajes oficiales porque «el dolor es tan grande que no pueden, además de que no les gusta la cosa política» apuntaba María Jesús, que recuerda una conversación que mantenía con su amiga Concha y en la que coinciden las primas Blanca y Begoña. «Ella me decía que la muerte de un hijo es muy dura, si es en accidente lo achacas a la mala suerte, si es por enfermedad te vas preparando, pero que te le maten así, un chico como este que siempre iba a ayudar, es estar en el sitio que no debía cuando no debía», afirmaba.

De sus veranos en Tórtoles, Maribel Iglesias, vecina de la casa familiar, rememora con cariño a Pablo, que compartió muchos momentos con su hija, y quiso trasladar a su familia todo el ánimo posible. «Ellos no querían venir pero se sintieron muy arropados, nada que ver con la politización de los actos oficiales, pero saben que aquí siempre se les va a querer, por ellos y por la abuela, Paula, que era muy querida por todos», aseguraba.