El ciudadano sigue siendo el eslabón más débil de la cadena pública, el que paga siempre, el que no legisla y, por contra, queda sometido al capricho del legislador. Si se pretende subvertir el orden es necesario tiempo, paciencia y, casi siempre, dinero para afrontar la vía judicial con ciertas garantías. Ejemplos, a puñados, siendo el de las plusvalías de propiedades vendidas a pérdidas.