Un régimen sancionador que no siempre resulta eficaz, un verano plagado de turistas, muchas jornadas de calor y una pugna descarnada entre los empresarios por rentabilizar ese contexto. Esos son los motivos que resucitan y alimentan la guerra de las terrazas en el centro histórico, y muy particularmente en el espacio que va desde la Plaza Mayor hasta la Catedral.