El 80% de los pueblos ribereños no tiene sucursal bancaria

A. del Campo
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Solo nueve de los 59 municipios de la comarca cuentan con más de una oficina de entidades financieras. Aranda acumula el 49% del total, según datos de 2016

Los móviles cada día hacen más cosas. Con un solo aparato se ha pasado a sacar fotografías de calidad, grabar vídeo, navegar por internet y ahora, hasta gestionar las cuentas bancarias. Cada vez son más las personas que controlan sus ahorros de forma online y esto tiene consecuencias en el mundo analógico, o más bien físico, el de toda la vida. Mientras las entidades financieras empujan a sus clientes a llevar sus cuentas por internet, el número de oficinas bancarias se reduce. En la Ribera, 48 de sus 59  municipios carecen ya de sucursal, es decir, el 81,3 por ciento de sus pueblos no tiene bancos. La larga lista de localidades que no disponen de este servicio se puede observar en la columna de la izquierda.

Mientras la mayoría de municipios no disfruta de una sucursal, Aranda, como es lógico por número de habitantes, acumula el 48,9 por ciento de todas las oficinas financieras de la comarca al contar con 23 de las 47 que hay en la Ribera. Le siguen en el ranking los pueblos de Roa, con seis bancos, Gumiel de Izán y Caleruega, con tres, y Castrillo de la Vega, Milagros, Peñaranda de Duero, Sotillo de la Ribera y Vadocondes, todos con dos cada uno. Mientras, Fuentecén y San Martín de Rubiales corren el riesgo de pasarse a la lista de los pueblos sin sucursal al contar solamente con una. Todo ello según los datos correspondientes a 2016 y facilitados por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) a partir del Banco de España.

Por lo expuesto hasta ahora, la Ribera parece seguir la tendencia nacional en cuanto a oficinas bancarias. El análisis realizado por el director adjunto del Ivie, Joaquín Maudos, indica que el número de municipios sin sucursal aumentó un 34 por ciento entre 2008 y 2017. Reducción que afectó y afecta «especialmente a los municipios más pequeños», y esos en la Ribera son la inmensa mayoría. Aquí solo Roa y Aranda superan el millar de habitantes.

La situación en la comarca es incluso más grave que en la media nacional, ya que el estudio señala que más de la mitad de los municipios de España carece de oficina bancaria, mientras que en la Ribera esta relación supera el 80 por ciento. Los datos también se acentúan al mirar los pueblos con una sola entidad de depósito. Mientras que en el conjunto del país estos representan el 15,8 por ciento, aquí, en la comarca ribereña, se quedan tan solo en el 3,4 por ciento. 

Como soluciones ante la pérdida de sucursales, el análisis dirigido por Joaquín Maudos señala la importancia de que tanto las entidades privadas como las administraciones públicas lleven a cabo medidas para evitar la exclusión financiera. Se apunta como alternativa al avance de la banca por internet, para lo que, incide el estudio, es necesario asegurar que el acceso a la red llegue a toda España.

Castrillo de la Vega es uno de esos pueblos pequeños que todavía mantienen sus sucursales. Por eso se convierte en un ejemplo perfecto para comprobar la utilidad de las mismas. La primera oficina visitada en la localidad sobre la una del mediodía estaba cerrada. En la verja hasta se podía comprobar una nota de Seur, dejada a las 10.30 horas, que avisaba al destinatario de que no se pudo hacer entrega del paquete al estar cerrada la sede. En los diez minutos siguientes, dos clientes se acercaron hasta la sucursal, pero al llegar a la misma se dieron cuenta de que su viaje había sido inútil. Nadie les iba a atender. Uno de ellos, Ricardo, aclara que «en verano han cambiado los horarios y en invierno abren tres días a la semana. Lunes y martes toda la mañana y viernes media mañana». Para él la presencia de una sucursal es fundamental porque de internet «no» entiende nada.

Algo parecido le ocurre a Bonifacio, vecino de Castrillo. Él se desplazó también a la sucursal cerrada para arreglar unos papeles en la cuenta de su hermana, aunque ese no es su banco. Su banco no tiene oficina en el pueblo y tiene que desplazarse a Aranda. Lo hace una vez a la semana gracias al autobús porque tampoco se arregla con internet. Eso sí, no le supone un gran problema porque tarda «poco, unos diez minutos en llegar a Aranda».

El caso de Belén, también vecina de Castrillo, es diferente. Ella sí utiliza la aplicación móvil de su banco «sin problema». Aunque alguna vez pierde la clave y se desplaza a su oficina, la segunda del pueblo, para que le den la contraseña. Regenta un bar pegado a la sucursal y por eso conoce muy bien el día a día del banco. «Abre martes y jueves, y los viernes de una a dos. Aunque el horario normal es de nueve a tres de la tarde. Hay días que les dan las cuatro. Hay mucha actividad», explica. La única queja que advierte es que «no haya cajero», pero si eso va a eliminar la atención personal lo descarta. «Si ponen un cajero y quitan la sucursal la gente mayor tendría que ir a Aranda porque no lo entienden». Al no haber cajeros en el pueblo para su negocio es imprescindible tener un datáfono, servicio que contrata con la otra entidad local, para así poder cobrar a los viajeros que pasan por la Nacional. En resumen, las sucursales rurales siguen siendo necesarias. Es la conclusión que comparten los diferentes vecinos.