Si hay algo que no se le puede achacar a la primera ministra británica, Theresa May, es que no esté peleando por rubricar el acuerdo del Brexit. La política conservadora está en plena batalla interna en el partido en su país y no ha parado de pelear con sus por ahora socios europeos en la Cumbre de jefes de Estado y Gobierno de dos días que terminó ayer en Bruselas para conseguir un divorcio con garantías.

Con este panorama regresaba ayer a Londres, esperanzada de que sus colegas cedan a las peticiones británicas para poderse desengachar de la política aduanera de la UE que la mantiene en un brete.

«Realmente son posibles nuevas aclaraciones», insistió ayer, contradiciendo informaciones que apuntaban a que Bruselas habría descartado nuevas concesiones y saludó la declaración de la cumbre del resto de países de la UE sobre la controvertida regulación especial para evitar una futura frontera dura entre Irlanda, que seguirá en la UE, e Irlanda del Norte, que formará parte del Reino Unido. 

«Esos compromisos tienen estatus legal» y podrían ir más allá, apuntó May. Pero está claro que los diputados británicos necesitan aún más concesiones antes de ratificar el tratado de regulación del Brexit, agregó en referencia a la falta de apoyo de May en el Parlamento de Londres a ese acuerdo.