El perfil de la solitaria iglesia sobre lo alto de la colina se pierde poco a poco a medida que va anocheciendo, aunque desde buena parte del valle se puede confirmar a simple vista (incluso circulando desde un coche) que el campanario sigue virgen: los ladrones -como ocurre en las tumbas del viejo Egipto- aún no han expoliado los centenares de kilos de bronce que cuelgan de la espadaña.