Paco era feliz. Por primera vez desde hace mucho tenía su casa. Lo que cualquiera define como un cuchitril indigno, húmedo y angosto, a él se le antojaba una mansión tras años en pisos compartidos y sitios inimaginables. «He vivido hasta en la playa, pero no en primera línea, sino sobre la arena. Y en un cuarto de lavadoras», explica sin ocultar un pasado azaroso al que ha conseguido sobreponerse.