Una vida entre Canicosa y Buenos Aires

Belén Antón / Canicosa
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Petra San Esteban Marcos cumple cien años hoy en la localidad serrana que la vio nacer, y desde donde con catorce partió a Argentina bajo la tutela de su tía Damiana

Aún conserva al hablar cierto deje argentino y recuerda con cariño los 48 años que vivió en Buenos Aires, casi la mitad de su vida. El resto los ha pasado en Canicosa de la Sierra, el pueblo que la vio nacer el 29 de abril de 1916 y donde hoy celebra su centésimo cumpleaños rodeada del cariño de sus hermanas y sobrinos, con los que mañana Petra San Esteban Marcos celebrará la fiesta que merece una fecha tan especial. «Yo no pensaba que iba a llegar a los cien años. Hoy me tocará recibir las felicitaciones por teléfono y mañana invito a comer a 85 personas, mis hermanas, sobrinos y resobrinos», confiesa la mujer, con una vitalidad impropia a su edad.

Petra es la mayor de diez hermanos del matrimonio formado por Doroteo y Tiburcia. «Cuando cumplí catorce años mis padres ya tenían seis hijos, así que decidieron mandarme a Argentina, donde vivían tres hermanos de mi madre, Nicolás, Nicasia y Damiana. Para ello tuvimos que mentir en mi edad, porque hasta los 16 no se podía salir del país», comenta la centenaria, que recuerda como fue el viaje de Canicosa a Barcelona, donde cogió el barco para llegar a Buenos Aires, ciudad en la que le estaba esperando la tía Damiana. «Estaba soltera y fue mi segunda madre. Era ama de llaves y vivíamos en la casa de la familia de un doctor para el que ella trabajaba. Mis otros dos tíos vivían en otros pueblos», explica Petra, que aprendió el oficio de su tía. En la capital argentina la serrana encontró el amor. «Me casé en 1942 con Cheslovas Vas Kevikus. Era lituano, no tenía familia en Buenos Aires y trabajaba de taxista», relata Petra, que recuerda que vivían en la Avenida Quinteros y que durante unos años regentó una especie de estanco donde vendía caramelos, pipas y cigarrillos debajo de su casa. «Dios no me dio hijos, pero me dio sobrinos. Como estábamos los dos solos hacíamos excursiones para visitar a mi familia de Argentina y para conocer los pueblos de alrededor», comenta la mujer, que también ha estado en Chile, Francia e Italia.

En 1951 Petra regresó por primera vez a Canicosa acompañada de su hermano Julián, misionero marista que vive en Chile y al que más vio durante su estancia en Argentina. «Era la primera vez que estábamos todos los hermanos juntos con mis padres. Fue un 11 de agosto, el día del cumpleaños de mi madre. Es una fecha importante que hemos festejado después con reuniones familiares. Lo llamamos ‘matorrada’ porque nuestra familia es conocida en el pueblo como ‘los matorros’». Ese 11 de agosto fue también cuando los hermanos menores conocieron con ilusión a Petra y a Julián.

Veinte años después, en 1971, Petra volvió a Canicosa, esta vez en avión, para pasar tres meses. «Mi marido no podía venir a España porque era extranjero, pero era tan bueno que me dejaba venir con mi hermano», comenta la centenaria, que enviudó en 1976 y dos años después regresó a Canicosa para quedarse. «Recuerdo con cariño Buenos Aires, pero mi pueblo es este y mi tira mucho. Durante mis años allí nos mandábamos muchas cartas», confiesa Petra, que comenta que vivió con mucha pena la Guerra Civil, que sufrió con su familia en España durante esos momentos, y a los que durante la postguerra enviaba ropa.

En sus primeros meses en España, Petra cuidó de su madre, que falleció al poco. «La pena que tengo es de no haber podido pasar más tiempo con ella”, cuenta la mujer, que durante tres décadas vivió en Canicosa con su hermana Juana y desde hace unos años vive con su hermana Damiana, el hijo de ésta, Juan Antonio, y su mujer Rosi.

En la actualidad, Petra tiene seis hermanos. Juana, que hará 99 años en agosto y se encuentra en la residencia de mayores de Canicosa; Julián, misionero marista de 95 años que vive en Chile; Damiana, de 92 años y con la que reside en Canicosa; Alberto, de 90, que está en Orense; Valentina, de 85, que vive en Perú, y Pilar, de 69, que vive en Salamanca. Las dos últimas son religiosas de María Inmaculada y están en Canicosa estos días.

Mientras recuerda los últimos cien años de su vida, cuenta que pasa muchos ratos haciendo sopas de letras, que se acuesta tarde, que le gusta escuchar la misa a diario y seguir los informativos y que los programas de televisión que más le gustan son los concursos. Ahora, con la llegada del tiempo bueno, pasan muchos ratos de tertulia en el jardín. Sus hermanas y sobrinos, que la conocen bien, dicen que es presumida.