Los años previos a unas elecciones tienen sus códigos. Ya saben: obras inauguradas sin terminar, recursos a la Junta Electoral, sonrisas profident... Y congelación de impuestos. No hay candidato que se precie que no prometa congelar la presión fiscal, cuando no revertirla, y no hay gobernante que no lo haga en el ejercicio previo al paso por urnas. La ecuación se completa en el ejercicio siguiente con la consecuente subida por duplicado de impuestos, tasas y precios públicos que palíen la 'broma' electoral.Sin embargo, en Burgos sí ha habido un punto de inflexión. La comparativa de esos ingresos demuestra que en los últimos tres años la manida congelación fiscal ha sido real, al menos a efectos de recaudación. ¿Qué ha cambiado? El equilibrio político.Más en la edición impresa.