«Lo que empezó siendo un presentimiento se hizo realidad: el Cristo de la capilla de Santa Teresa del monasterio de Santo Tomás de Ávila lo realizó el insigne maestro Gil de Siloé y su extraordinario policromador, Diego de la Cruz. Pudo ser el último Cristo que realizó el escultor. Pudo ser el último Crucificado que realizó Gil de Siloé», asevera la restauradora Virtudes Jiménez.