El desembarco de la vanguardia

I.M.L.
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Se cumplen 35 años de un encuentro artístico entre creadores de Aranda y Madrid, que sentó las bases de la fundación de A Ua Crag

La puesta en valor del arte es ahora un empeño de la sociedad y de las entidades culturales y administraciones públicas. En Aranda de Duero tenemos un ejemplo muy reciente, con la incoación del expediente para nombrar Hijo Adoptivo de la villa a Néstor Sanmiguel, uno de esos artistas que fundaron en tierras arandinas el colectivo A Ua Crag, considerado una punta de lanza de la vanguardia artística a finales de los años 80 y la década de los 90 y que ahora tiene un hueco en la historia del arte y en las ferias nacionales e internacionales.

Pero eso no siempre fue así en Aranda. Hace ahora 35 años que la capital ribereña empezó a ser un referente artístico a nivel nacional. Los que fueron el germen de A Ua Crag organizaron una semana artística dentro del verano cultural en agosto de 1983, con una aportación económica del Ayuntamiento de 450.000 pesetas. «Era la mitad del presupuesto municipal para esa programación, pero era solo el coste de los materiales», recuerda Rufo Criado, uno de los promotores.

La propuesta era invitar a ocho artistas de la vanguardia madrileña y, junto a otros tantos creadores locales, tomar la Plaza Mayor para convertirla en su taller y realizar en directo unos murales de gran tamaño. Se bautizó como Madrid-Aranda 8+8. La expectación que causaron a lo largo de los cinco días que duró la experiencia fue máxima, en torno a los quince murales que se fueron creando y a las performances de Pedro Garhel. Junto a él y a Rufo Criado, las firmas plasmadas en las obras fueron las de Paloma Morales, Carlos García, Victoria Encinas, Miguel Manset, José Manuel Rodríguez, Santiago Polo, Concha Díez Valcabado, Yolanda Simón, Clemente Rodero, Néstor Sanmiguel, José Ortega, Antonio Miquel, Isidro Parra, Jesús Ruiz, Juan Antonio Lleo y Alejandro Martínez.

Todos los participantes donaron al Ayuntamiento de Aranda sus obras con una serie de condiciones: «Realizar el Museo Municipal en el plazo de su actual mandato de cuatro años», sugiriendo que la Casa de las Bolas era el lugar adecuado, y que se conservasen las obras. No se cumplió ni lo uno ni lo otro, pero los artistas tampoco pudieron recuperar sus creaciones.

¿Qué fue de estos murales? Criado recuerda que aparecieron en la iglesia de las Francesas, lo que iba a ser la biblioteca municipal. «Alguien necesitaba unas maderas para hacer una estantería y desmontaron los lienzos, arrancándolos sin miramiento de su soporte y dejándolos mal enrollados», explica. Los murales quedaron desgarrados, en el mejor de los casos, o destrozados, como el de Victoria Encinas, al que le arrancaron hasta el plástico de burbujas que formaba parte de la composición. Un atentado cultural que entonces pasó casi desapercibido pero que ahora, mirado con perspectiva, supuso una gran pérdida patrimonial y cultural para el Ayuntamiento de Aranda.

Solo se salvaron dos, el de Concha Díez Valcabado y el de Isidro Parra, ambos ahora expuestos en la Casa de Cultura de manera permanente.