La cocina burgalesa atraviesa uno de sus mejores momentos y eso se nota en el número de establecimientos que han aflorado en los últimos años y en la calidad de unos profesionales que hacen un magnífico trabajo entre los pucheros. En la última década un florido ramillete de restauradores ha demostrado que más allá del lechazo asado, la morcilla y el chorizo o la olla podrida... hay vida y mucha.