Dámaso Gonázalez fue un virtuoso del temple, una capacidad que dominó más que nadie para imponerse a todo tipo de toros, domeñarlos y llevarlos siempre cosidos a la muleta, la cual era prácticamente intocable, y lo que le hizo erigirse en una de las grandes figuras del toreo de los 70 y 80 junto a Manzanares, Paquirri y El Niño de la Capea.