La práctica totalidad de los 300 alumnos del colegio Unamunzaga de Rivabellosa conocían a Ana. Era la cariñosa y simpática mujer que todos los días les atendía en el comedor e incluso con algunos compartía la ruta del autobús escolar, ya que era la encargada de recoger a los niños de los pueblos de turiso, Salcedo y quintanilla, y posteriormente regresar con ellos a casa.