Cuando llegaba el verano Marceliano Santa María (1866-1952) abandonaba su intensa actividad en Madrid para recorrer la provincia, bastidor en mano, y pintar la luz, las calles, el agua, las sombras y a las gentes de sus pueblos y paisajes. Esos lienzos salen de su habitual estancia, el museo monográfico que se le dedica en el monasterio de San Juan, para viajar al Arco de Santa María.