Asesinado un empresario burgalés en Venezuela

F. TRESPADERNE
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Un hermano de Sergio Santamaría, muerto a tiros para robarle y natural de Celadilla Sotobrín, recuerda que lo único que quería que le enviaran era medicamentos. «En verano vino al pueblo y le animé a que se viniera aquí para dejar de mirar atrás"

Asesinado un empresario burgalés en Venezuela - Foto: Alberto Rodrigo

A los dieciséis años Sergio Santamaría se marchó de Celadilla Sotobrín con la intención de hacer las Américas, primero a Chile y después a Venezuela, donde se hizo empresario de éxito y falleció el pasado domingo como consecuencia de los disparos que sufrió cuando cuatro encapuchados se cruzaron en su camino para robarle el coche e intentó huir. «Se recuperó bien de la operación y parecía que estaba fuera de peligro, pero después la cosa se complicó... pienso que por la falta de medicamentos, y falleció», manifiesta su hermano, Poli, quien vive entre Burgos y Celadilla y recuerda, con lágrimas en los ojos, los momentos vividos el pasado verano con él en su pueblo.

 «En verano le dije unas cuantas veces que se viniera a vivir aquí, estaba muy enamorado de Celadilla, para que dejara de mirar atrás y estar preocupado por la situación que se vive en Venezuela porque allí... donde hay dinero lo buscan y tenía temor por su seguridad», afirma Poli, quien recuerda que hace ocho secuestraron a un sobrino, el hijo mayor de Sergio, «y le liberaron gracias a las negociación de las embajadas de Chile y Venezuela, y por eso y por la situación que atraviesa el país mi hermano tenía mucho temor, cambia de itinerarios con frecuencia y siempre tratando de esquivar porque en ese país te matan por un par de zapatillas».  

Esos temores se hicieron realidad cuando el viernes pasado cuatro asaltantes cruzaron su vehículo en la carretera de Lara-Zulia, en el municipio Simón Bolívar, para intentar robar el vehículo, un Toyota Avalón, en el que viajaban Sergio y su chófer. «Cuatro encapuchados con armas largas trataron de para el choche de mi hermano, pero el conductor intentó escapar marcha atrás y comenzaron a disparar al coche, que tiene un montón de agujero, y a mi hermano le hirieron en la cadera y la bala llegó al estómago, además de otro herida en la pierna, y el conductor recibió un disparo en la cabeza, pero con la bala dentro tuvo el santo valor de conducir durante tres cuartos de hora para llevar a mi hermano hasta el hospital más cercano», afirma Poli, quien tras el éxito de la operación confiaba en la recuperación de su hermano.

  «Todo evolucionaba bien y a las veinte horas parecía que se recuperaría, pero de repente nos llegó un mensaje diciendo que Sergio había muerto», recuerda Poli, quien desde entonces sigue pensado, a veces en voz alta, que la falta de medicamentos, y la situación de los hospitales venezolanos, «han tenido que ver en la muerte de mi hermano».

Todavía con los recuerdos de la última visita de su hermano frescos, después de catorce años de ausencia, y con una fotografía de él en el móvil, la que le mandó unos días antes de su asesinato, Poli no duda en manifestar que, «aunque está feo decirlo mi hermano era una persona buena, buena, muy buena y por eso ahora en Ciudad Ojeda le están haciendo homenajes, era muy querido», indica, a la vez que recuerda la gran asistencia que hubo a la misa en su recuerdo que se celebró en la ermita de Celadilla, «a la que tanto quería porque la Virgen de Sotobrín era su vida». Poli, con lágrimas en los ojos, manifiesta que su hermano «era muy feliz en Celadilla, en Burgos y en España, pero allí tenía a esposa e hijos y era muy complicado volver, más en la situación en la que se encuentra Venezuela», una situación que no es muy diferente a la que hace más de veinte años se encontró Poli y su esposa en el primero de sus dos viajes a Venezuela, y hace nueve para celebrar el setenta aniversario de su hermano ahora asesinado. «Nos encontramos la misma basura que dejamos hacía veinte años. Nos quedamos a dormir en Caracas en la casa de unos religiosos porque el avión llegó tarde y por la noche no oía más unos ruidos que pensaba que eran cohetes, pero por la mañana me dijeron que eran disparos... y la situación a pesar del paso de los años no ha mejorado, al contrario», asevera.  

 Era esa situación la que alguna  vez, afirma Poli, hizo que su hermano llegara a plantearse su regreso a España, «pero los negocios que tiene allí hoy no valen nada por la situación del país y si los dejaba seguro que alguien los ocupaba porque el país está muy mal», apunta Poli, a la vez que señala que lo único que pedía su hermano «era que le mandáramos medicinas y cuando estuvo en verano se llevó bastantes porque con la comida se defendía, pero los medicamento es muy complicado encontrarlos y comprarlos, siempre le mandábamos medicamentos y le llegaban porque teníamos unos contactos muy buenos».

Sergio Santamaría, tenía 79 años, estaba casado con  una chilena y tenía tres hijos, dos siguen viviendo en Venezuela y otro en Estados unido, emigró de Celadilla primero a Santiago de Chile, «donde teníamos un hermano (Francisco) y unos tíos que tenían varias empresas y estuvo trabajando con ellos hasta que decidió independizarse y montar su propio negocio, una gran librería en la que trabajaban treinta personas y a la que luego siguió otra», señala Poli, a la vez que recuerda que su hermano seguía pendiente del negocio familiar, «que ya llevan su hijos, pero le gustaba estar al tanto de todo y ver como funcionaban las librerías».

Sergio era el quinto de siete hermanos, de los que viven cuatro, uno de ellos, Jesús Fernando, religioso como otros dos ya fallecidos, que sigue viviendo en Venezuela. «Jesús Fernando sigue allí y no creo que se plantee volver a España porque, por su condición de sacerdote, no parece temer a los atentados», declara Poli, quien sigue pensando que «con la situación política que hay ahora en Venezuela puede ocurrir cualquier cosa y por eso seguimos en vilo por toda la familia que tenemos allí».