Dos torres de 60 millones serán el nuevo techo de Burgos

A.M.
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La sociedad Habitable compra los terrenos de la vieja estación al Consorcio, por los que pagará casi 17 millones en cuatro plazos. Prevé iniciar a comienzos de 2020 la construcción de 245 viviendas y 8.700 metros de uso terciario

Los profesionales del estudio de Jaques Herzog y Pierre de Meuron que visitaron Burgos para la primera toma de contacto después de ser contratados para diseñar el bulevar ferroviario, a la postre un Plan General vestido de modificación puntual, estuvieron de acuerdo en al menos dos análisis de lo que vieron. El primero, que la salida del tren ofrecía una posibilidad histórica, inédita e irrepetible para que la ciudad recuperara su principal arteria al Sur del Arlanzón. Es aquello que llamaron el ‘nuevo centro’ cuyo núcleo sería el entorno de la antigua estación. El segundo, que Burgos estaba haciendo bueno el ‘ancha es Castilla’ y crecía desaforadamente en extensión en lugar de hacerlo en altura.

De esas conclusiones emanaron algunas de las líneas maestras de su diseño del Burgos del siglo XXI. Por un lado se pretendía convertir en un bulevar pacificado, verde e integrado en los barrios aquello que fue balasto y acero. Por otro, se dibujaron torres en diversos puntos de la ciudad. En algunos casos, como los alrededores de la antigua estación y toda la ‘ciudad del AVE’, aún sin desarrollar entre el HUBU y la terminal Rosa de Lima Manzano, las torres formaban un conjunto. En otros, como la llamada ‘atalaya’ de Timoteo Arnaiz, junto a la autovía de ronda, eran ‘balizas’ aisladas. Después vino la crisis y arrasó con los planes de altos vuelos.

El proyecto que conjugaba ambas ideas primigenias y que estaba llamado a constituir la firma tridimensional del gabinete suizo en Burgos eran las dos torres de 19 plantas cada una y diseño vanguardista que presidirían el nuevo sector de la antigua estación. El Consorcio del desvío metió bajo siete llaves esos planos a la espera de tiempos mejores, y al parecer esos tiempos ya han llegado, aunque no se ceñirán al ajustado traje cortado por los suizos.

En noviembre del año pasado se anunciaron negociaciones entre el Consorcio -que ya había reestructurado su deuda y, por tanto, despejado los fantasmas de una disolución y posterior subasta de activos- y una empresa interesada en adquirir el suelo por algo menos de 17 millones de euros con la pretensión de levantar 262 viviendas, pero había algunos obstáculos importantes. El más espinoso, que sobre las torres pesaba la obligación de pagar a Herzog y De Meuron 785.000 euros en concepto de dirección artística de las torres. Y luego estaba su diseño. Sirva como ejemplo que la celosía que cubría las fachadas de ambos edificios tenía un coste previsto de 15 millones. Además, se habían diseñado demasiados pisos ‘tipo Manhattan’; esto es, apartamentos de 100 metros cuadrados y una habitación, algo ajeno al mercado de la vivienda de una capital de provincias.

el pulso. El Consorcio estaba decidido a mover cielo y tierra para facilitar la venta, ya que esos 17 millones suponen más de 14% de toda la deuda sostenible del ente. Como es público, el Consorcio acumuló casi 167 millones de deuda. 48 (la deuda no sostenible) los abonará directamente el Ayuntamiento por anualidades y en un plazo de 15 años. El resto, 118 millones, tiene que salir de las ventas de suelo o, de lo contrario, los burgaleses volverán a pagar a escote. Así que esta operación es oxígeno en vena para todos los implicados (el Ayuntamiento y las fundaciones herederas de Caja de Burgos y Cajacírculo).

Tras un año de negociaciones, finalmente se ha alcanzado un acuerdo para rescindir el contrato con el estudio de Herzog y De Meuron que se firmó el pasado día 12, lo que permitió ir al notario a hacer efectiva la opción  de compra de los terrenos por parte de Habitable Investment Properties, sociedad cuyo gerente es el burgalés Antonio González Lara y en la que han entrado inversores de otras provincias. Ejercida la opción, Habitable ha desembolsado 168.000 euros, tendrá que pagar la misma cantidad dentro de un año, 3,5 millones en marzo de 2020 y 13 millones en diciembre del mismo año.

Sin embargo, tal y como confirma el propio González Lara a este periódico, «la previsión es adelantar los pagos porque queremos empezar las obras a comienzos de 2020, y para eso tenemos que haber pagado la totalidad del coste del suelo». El proyecto implica la construcción de 245 viviendas (menos de las que estaban previstas), casi 9.000 metros cuadrados de suelo terciario y una inversión directa de 60 millones de euros. O lo que es igual: es una de las mayores operaciones inmobiliarias de la historia de la ciudad.

Pero no sólo es relevante por lo que supone para las arcas del Consorcio -y, por la vía indirecta, del Ayuntamiento- y para el urbanismo de la ciudad (marcarían el nuevo techo de Burgos, cuatro pisos más que las edificaciones más altas de la capital), sino por la promoción de 8.700 metros de suelo terciario. La promotora guarda silencio sobre sus planes, pero en el Consorcio manejan información sobre proyectos vinculados al sector del ocio y la alimentación que, junto a otros de menores dimensiones, sumarían 300 puestos de trabajo.

El último aspecto destacable de la operación, y relevante por lo que implica en dos edificios tan emblemáticos, es que ambas torres se construirán bajo el estándar passivhaus, motivo por el que el proyecto se ha denominado Habitable TE-08 (TE-08 es el nombre urbanístico de la parcela). El passivhauss persigue el menor consumo energético posible y obliga a construir con criterios muy exigentes para llevar los edificios a consumos casi nulos. Según explican Habitable y ratifica el arquitecto Bruno Cuevas, encargado del proyecto, la implantación de ese estándar «contribuirá a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el equivalente al CO2 que absorben 20.000 árboles en un año». La promotora ya está redactando el anteproyecto de ambos edificios.