Esos que creen en el amor para toda la vida

Angélica González / Burgos
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El movimiento católico Encuentro Matrimonial facilita herramientas a las parejas para afianzar su relación. Acogen a casados y a no casados con un proyecto de vida en común, a personas de otras religiones y a no creyentes.

 
 
Llevan en Burgos desde principios de los años 80; en sus fines de semana ‘especiales’ habrán participado casi 700 parejas y actualmente el grupo más activo y comprometido lo componen unas 130  y una quincena de sacerdotes, que participan «como personas que comparten sus relaciones con los miembros de su comunidad y con su gente». Pero Encuentro Matrimonial es un colectivo que apenas se conoce fuera del ámbito estrictamente diocesano. Porque se trata de un movimiento católico gestionado por matrimonios que ofrece herramientas para afianzar las relaciones «y para que cada miembro pueda crecer como persona de forma individual», explica Ma Jesús de la Cal, una veterana en estas lides junto a su marido Adolfo Jimeno. Ambos llevan 21 años vinculados a una experiencia que tiene su origen en los aires renovadores del Concilio Vaticano II.
De la Cal explica esta relación con la religión católica: «No es necesario tener fe para acercarse a nosotros, y las parejas que quieran vivir el fin de semana no tienen que ser creyentes o católicos. Estamos en la frontera; sí es cierto que hay un sacerdote que comparte con nosotros también su vida en relación con la gente y puede haber un momento en el que se lea la Biblia, pero no es en absoluto sobre lo que pivota la convivencia. Respetamos todas las creencias pero, claro, quienes participen tienen que ser personas a las que la palabra Dios no les chirríe».
El fin de semana. Se ha citado ya varias veces. ¿En qué consiste? En un espacio para que la pareja tenga tiempo para sí misma y pueda revisar el estado de su relación, «para compartir sentimientos, esperanzas, desilusiones, gozos... y encontrar de nuevo a la persona de la que nos enamoramos», en sus propias palabras. Se hacen tres anuales en Burgos. El próximo, el del 6, 7 y 8 de mayo en el monasterio de Palacios de Benaver, «pero que nadie se preocupe porque sea un monasterio, es porque nos sale más barato que un hotel». Esther Catalina, otra de los miembros, cuenta que para animar a las parejas a participar les preguntaría si quieren ser más felices y si la respuesta fuera afirmativa «les diría que se acercaran a nosotros, que le podemos decir cómo pueden ser más felices de lo que son».
Durante esos tres días, un equipo formado por dos o tres matrimonios y un sacerdote enseñan  una sencilla técnica de comunicación «muy útil para la relación de pareja, de familia y en cualquier otro ámbito de la vida; se habla de experiencias, no de teoría». Una vez que se ha realizado, cada pareja se va a su habitación y lo comenta. Nada es público. Las reflexiones quedan en la intimidad de su habitación. Sus participantes recalcan que no es ni un retiro espiritual ni una terapia matrimonial ni una dinámica de grupo. Y solo se hace uno en la vida. Si la pareja quiere seguir vinculada al movimiento, lo puede hacer de forma más informal en encuentros que hacen sus propias casas una vez al mes «con un café y un mantel», especifica Catalina, que hizo su fin de semana a los dos años y pico de estar casada con Juan Carlos Redondo, quien recalca que Encuentro Matrimonial «no es un club ni pagamos unas cuotas ni siquiera tenemos sede, son nuestras casas».
 
«la revolución». Esta pareja, que participó al cabo de muy poco tiempo de conocerse, califica experiencia como «una revolución». Es Esther la que utiliza este concepto: «La revolución del fin de semana fue redescubrir a Juan Carlos, en el sentido de que en esos dos años de rodaje que llevábamos había visto cosas que no conocía, le descubrí con sentimientos más profundos de los que me había manifestado hasta ese momento y fue una buena base para nuestro matrimonio». A ambos les costaba hablar de sentimientos. No es algo nada sencillo. Dice él que en su familia no se comentaban esas cosas y que Encuentro Matrimonial le ayudó: «Me conocí más a mí mismo, conocí más a Esther y sus necesidades, a escucharla de otra manera, desde el corazón, y no fijarme solo en lo que dice sino en lo que quiere decir».
Así las cosas, cabe pensar que este grupo tiene el secreto de la felicidad conyugal en un país en el que en 2014 se divorciaron 100.746 parejas. No lo niegan. Esther reconoce que son una rara avis y es muy contundente cuando dice que creen que pueden ser felices durante todo el tiempo que estén juntos. Porque, claro, ninguno de ellos tiene una bola de cristal que les adivine el futuro y son prácticos al reconocer que no saben si su relación durará para siempre. Aunque en ello están.
Tantos años vinculados a este movimiento hace que puedan tener una idea aproximada de cuáles son los principales problemas que atenazan a las parejas. O quizás solo sea uno: la comunicación. «La gran mayoría de los conflictos que se generan tienen el origen en una falta de comunicación profunda, por eso les ofrecemos herramientas para salvar esta cuestión», cuenta Adolfo, a quien su fin de semana hace ya más de 20 años le ayudó no solo a mejorar su relación con María Jesús sino a aumentar su autoestima. Igual que a ella: «Me sirvió para conocerme mejor y para sacara a la luz cualidades que no sabía que tenía. Si a mí me dicen entonces que iba a hablar para un periódico no me lo hubiera creído». Ambos, además, se dieron cuenta de que no estaban «nada mal» tras diez años de convivencia, que es el tiempo que acarreaban cuando tuvieron aquella cita. También comprendieron, en palabras de María Jesús, «que la prioridad no es atender a los niños -algo que hay que hacer, claro- sino que nosotros estuviéramos mejor de lo que estamos para que toda la familia notara también esa mejoría».
Llegados a este punto se impone preguntar si Juan Carlos y Esther y Adolfo y María Jesús discuten alguna vez: «¡Por supuesto, como todo el mundo! Pero tenemos la ventaja de que sabemos cómo recuperar la ilusión después. Hemos aprendido a confrontar opiniones y a que el amor que nos tenemos es más importante que los problemas que puedan surgir, cuidar de ese amor es no perder la ilusión de que todos los días podemos estar enamorados». Estas personas tienen otro matiz que, quizás, pueda chocar: Lo llaman «la decisión de amar». Es decir, afirman que quieren querer a su pareja porque el secreto no está solo en los sentimientos sino también en la voluntad.
Han reconocido que ni ellos mismos saben si sus relaciones durarán y que conocen a parejas que tras pasar un tiempo con ellos han terminado separándose, «pero quizás de una forma más amistosa, de eso estoy segura», dice María Jesús. También apuntan a que Encuentro Matrimonial no es un buen lugar para parejas con problemas de mucho calado: «Para eso es mejor que vayan a un especialista y luego, si esa herida cura, pueden acercarse a nosotros».
Son contundentes al reconocer que no tienen una ‘varita mágica del amor’ y al pedirnos que no les llamemos ‘el club de las parejas enamoradas’ sino que contemos que son un grupo de personas que se ha dado cuenta de que su compañero o compañera «es lo más importante y que cada día hay que salir a su encuentro, a hacerle feliz y a demostrarle que le quieres no solo con palabras sino con hechos». Y aunque no son nada amigos de dar consejos, les arrancamos algunos que puedan servir para cuidar a la pareja: hacer el amor, dialogar, escuchar y mantener una comunicación verbal y no verbal con detalles de complicidad y cariño. 
(Los interesados en participar en el próximo fin de semana pueden encontrar información en www.encuentromatrimonial.com o en el teléfono 628086456).