Cuentan que las suaves colinas que circundan los Obarenes evocan paisajes de la Toscana italiana. En esta época del año, cuando el viento mece el cereal en crecimiento y los minúsculos viñedos escondidos aquí y allá comienzan a verdear, cuando los halos de la mortecina luz solar del atardecer se quiebran entre las piedras ancianas del Monasterio del Espino, en el entorno de Santa Gadea del Cid.