Quizás el mejor ejemplo de lo que viven estos árbitros, sobre todo cuando empiezan, lo resume uno de ellos, David Merino, que tiene 17 años y comenzó hace tres a pitar. «En mi primer año, arbitrando a niños, un padre me dijo: 'te voy a cortar el cuello'», recuerda. «Todo sería más fácil sin ellos en los partidos. Nos ha pasado a todos. En encuentros de benjamines y alevines me han dicho de todo».