La crítica -
Por J.M.S.
El cineasta Andrey Zvyagintsev, posiblemente el director ruso más reconocido fuera de su país, aprovecha una ruptura conyugal, y la desaparición de su hijo no querido, para realizar un retrato de la deshumanización de la sociedad actual.
Pocas veces se ha visto en la gran pantalla unos diálogos verbalmente tan duros, tan violentos, donde un hombre y una mujer “escupen” palabras hacia el otro con la sola intención de hacerse daño y, todavía en menos ocasiones, se ha palpado de una manera tan brutal la desolación de un menor que no se siente amado, que escucha de boca de sus padres el nulo interés que sienten por él. Esto provoca que, inexorablemente, cualquier espectador sienta una pena infinita por ese niño criado sin amor.
Conocido en nuestro país gracias a su drama Leviatán, el director Andrey Zvyagintsev describe una Rusia poblada de ciudadanos con graves problemas emocionales, a quienes no les importa lo que les ocurra a los demás, cuyas relaciones con sus semejantes están marcadas por el interés y la utilidad . A este respecto Zvyagintsev es tremendamente escéptico con las aquellas personas que manifiestan desean cambiar una existencia pero no reflexionan sobre que la verdadera transformación debe producirse dentro de ellos mismos. Estos conceptos están perfectamente descritos en imágenes, lo cual es un verdadero logro, por el contrario, sobra metraje, fundamentalmente en la primera hora de la película, cuando se extiende innecesariamente en la descripción pormenorizada de escenas explícitas de sexo que poco aportan a la trama y ralentizan su ritmo.
Es una de las películas nominadas al Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa.